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III. ARROJANDO LUZ SOBRE EL

PECADO DE LA PORNOGRAFÍA

“Por tu inmensa compasión y misericordia, / Señor, apiádate de

mí y olvida mis ofensas”. (Sal 50:3)

L

a enseñanza de la Iglesia sobre el daño y el pecado de la

pornografía se basa en el “sí” más grande o afirmación de la

dignidad inviolable de la persona humana revelada plenamente

en Cristo y el don de la sexualidad humana y el matrimonio en el

plan de Dios. Cuando la Iglesia sigue al Señor en defensa de la verdad de

la persona humana, esto implica rechazar cualquier cosa que pudiera dañar

esa verdad. El “sí” más grande al Señor arroja luz sobre el correspondiente

“no” a la oscuridad del pecado, incluyendo la injusticia. En nuestro deber

como pastores de anunciar a Cristo, debemos declarar claramente que toda

pornografía es inmoral y dañina y que usar pornografía puede llevar a otros

pecados, y posiblemente, incluso delitos.

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Definición de la pornografía

El

Catecismo de la Iglesia Católica

define la pornografía de esta manera:

La pornografía consiste en sacar de la intimidad de los protagonis-

tas actos sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras

personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnatu-

raliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad

de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues

cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y

de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de

un mundo ficticio.

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La condición moral de la pornografía se desprende claramente de

este pasaje: producir o usar pornografía es gravemente malo. Es un asunto

grave por su objeto. Es un pecado mortal si se comete con pleno cono-

cimiento y consentimiento deliberado. La ignorancia no intencional y

factores que comprometan el carácter voluntario y libre del acto pueden

disminuir la culpabilidad moral de una persona.

30

Este pecado necesita el