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inscrito con su propio lenguaje: un lenguaje de don y de comunión de per-

sonas. Nuestros cuerpos nos dicen que

venimos de otro

. No estamos hechos

por nosotros mismos o fundamentalmente aislados. Por el contrario, somos

cada uno hijo o hija. Estamos

en relación con

los demás desde el principio

de nuestra existencia, primero con nuestra madre y nuestro padre, y a

través de ellos con toda la familia humana. Nuestros cuerpos también nos

dicen que somos “para” otro, que tenemos la capacidad para la comunión

fructífera con otro, en especial con una persona del sexo opuesto si estamos

llamados al matrimonio. Hay escrito en nuestros cuerpos un llamado al

amor esponsalicio y fructífero. Este llamado se realiza en el matrimonio así

como en el celibato o la virginidad por el bien del Reino (por ejemplo, el

celibato sacerdotal y la vida consagrada). Al darnos en el amor, cumplimos

con el significado de nuestra existencia: “el hombre . . . no puede encontrar

su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”.

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Debido al hermoso sentido y dignidad comunicado por nuestros

cuerpos —que comunican nuestro propio ser— nuestros cuerpos deben

ser tratados con el mayor respeto. Nosotros, y por lo tanto nuestros cuer-

pos, no estamos destinados a ser

usados

, sino

amados

. Como enseñó Karol

Wojtyła (San Juan Pablo II), lo contrario del amor no es el odio, sino

más bien usar a una persona, como si fuera un objeto.

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Amar a los demás

es reconocerlos como el don que son, buscar lo que es verdaderamente

bueno y mejor para ellos, y nunca usarlos y con ello cosificarlos como

si fueran algo menos que personas. El cuerpo, entonces, no es materia

prima biológica abierta a la manipulación, sino que es inseparable de lo

que somos.

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Como ha subrayado el papa Francisco, “aprender a recibir el

propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una

verdadera ecología humana”.

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La castidad: Una visión saludable de la

sexualidad humana

La virtud y vocación de la castidad es esencial al amor en todas sus for-

mas.

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La castidad significa “la integración lograda de la sexualidad en la

persona”,

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y por lo tanto la consecución del dominio de sí y la genuina

libertad en el terreno sexual de la acción humana. Es “una virtud que nos

permite hacer lo que es correcto, bueno y verdaderamente amoroso en

los ámbitos de la relación y la sexualidad”.

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La castidad integra nuestros

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