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en el conjunto de la evangelización, es la de ser un período de enseñanza
y de madurez, es decir, el tiempo en que el cristiano, habiendo aceptado
por la fe la persona de Jesucristo como el solo Señor y habiéndole prestado
una adhesión global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza por
conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su ‘miste-
rio’, el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas
en su mensaje evangélico, los senderos que Él ha trazado a quien quiera
seguirle”.
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“El proceso de conversión y evangelización que alcance los
objetivos señalados debe incluir el testimonio de la Iglesia a través de sus
miembros en el vivir cotidiano del Evangelio”.
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Encontrar a Jesús dentro de la familia
La familia es nuestra primera comunidad y la manera más básica en que Dios
Padre nos reúne y nos forma para actuar en el mundo. La Iglesia primitiva
expresó esta verdad al referirse a la familia cristiana como la Iglesia del hogar.
La Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia se refi-
ere de manera similar a la familia como “esta especie de Iglesia doméstica”.
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Es en la familia donde aprendemos por primera vez quién es Dios y cómo
buscar en oración su voluntad para nosotros. Como la primera y más básica
comunidad a la que todos pertenecemos, “la historia de la vida en familia es
una historia de amor—compartido, alimentado y algunas veces rechazado o
perdido. En cada familia Dios se revela de manera única y personal, porque
Dios es amor y los que viven en amor, viven en Dios y Dios vive en ellos
(cf. 1 Jn 4,16)”.
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En una familia cristiana que pertenece a la Iglesia, la vida
cotidiana se convierte, en sí misma, en una expresión de la Iglesia. La Iglesia
doméstica no es completa en sí misma, pero encuentra su expresión más
plena cuando está unida y apoyada por la parroquia y la Iglesia mayor.
“La Iglesia es familia de familias”.
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Por el amor del Padre, como dis-
cípulos de Jesucristo, y alimentados por el Espíritu Santo, estamos llamados
a la comunión con los demás. No puede haber discipulado sin comunión.
En Jesucristo, nos convertimos en una sola familia de fe, la familia univer-
sal de Dios en la Iglesia Católica. Esta cultura del testimonio se sostiene
dentro de la Iglesia a través del Sacramento del Matrimonio y la vida de la
familia. El matrimonio es el plan de Dios y ha sido elevado por Cristo entre
los bautizados para ser un sacramento, una alianza de amor “al servicio de
la comunión y de la misión”.
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Es a través del ejemplo de la propia familia
que cada persona comprende más concretamente cómo vivir una vida