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cristiana. Los padres son los primeros educadores de sus hijos y, junto con
los padrinos, son responsables de nutrir la fe de sus hijos y darles el ejemplo
de una vida imbuida con el Evangelio. Las parroquias deben buscar opor-
tunidades para ayudar a las parejas casadas y las familias a profundizar su fe
y hacer de sus familias verdaderas “Iglesias domésticas”, lugares de oración,
amor y perdón. Los matrimonios y las familias también dan testimonio de
manera insustituible del amor fiel y fructífero de Dios. Una sociedad sana
se construye sobre la base de familias sanas. En consecuencia, el matri-
monio y la familia deben ser apoyados y fortalecidos por la economía, las
políticas y las leyes fuera de la parroquia.
Encontrar a Jesús en y a través de la Iglesia
El encuentro con Jesús se realiza en y a través de su Iglesia, de la cual la
familia cristiana es una parte central. La Iglesia es universal: una comuni-
dad de fe diversa, internacional y multicultural. Debido a que la parroquia,
a través de su párroco y sus miembros, es típicamente el primer contacto
que los católicos tienen con la Iglesia, “es responsabilidad de los pastores y
de los laicos asegurarse que las puertas estén siempre abiertas”.
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La evange-
lización debe seguir enraizada en la Iglesia local. Es en la parroquia donde
uno se relaciona con la comunidad eclesial, aprende a ser discípulo mis-
ionero de Cristo, se alimenta de las Escrituras, se nutre de los sacramentos,
se catequiza y, finalmente, se hace discípulo de Cristo.
La evangelización y las iniciativas catequéticas exitosas deben cen-
trarse en la parroquia y la vida parroquial.
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“A través de todas sus activi-
dades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes
de evangelización”.
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Encontrar a Jesús en otros
Cristo nos manda a ser sus testigos hasta los últimos rincones de la
tierra. Hemos de anunciar su Buena Nueva a todas las personas, en
todas partes y en todo momento. Después de que Cristo promete a
los discípulos que el Espíritu Santo descenderá sobre ellos, asciende
al cielo. Los discípulos, en lugar de prestar atención al mandamiento
de Cristo de ser sus testigos, se quedan mirando “fijamente al cielo”.
Se necesitan “dos hombres vestidos de blanco”, preguntando:
“Galileos, ¿qué hacen allí . . . mirando al cielo?” para que los