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Capítulo 8. Los Acontecimientos Salvíficos de la Muerte y Resurrección de Cristo

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Es incorrecto acusar al pueblo judío de la muerte de Cristo como

a menudo se ha hecho en la historia. “La Iglesia no duda en imputar

a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús,

responsabilidad con la que ellos con demasiada frecuencia, han abrumado

únicamente a los judíos” (CIC, no. 598). En el Concilio Vaticano II, la

Iglesia hizo la siguiente declaración respecto al pueblo judío:

Lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado

indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a

los judíos de hoy […] no se ha de señalar a los judíos como

reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se dedujera

de la Sagrada Escritura. (CIC, no. 597, citando el Concilio

Vaticano II,

Declaración Sobre las Relaciones de la Iglesia con

las Religiones No Cristianas

[

Nostra Aetate

; NA], no. 4)

El Credo de los Apóstoles profesa que después de sumuerte y entierro,

Jesús descendió a los infiernos. En el lenguaje de la Iglesia primitiva, esto

quería decir que Jesús fue al reino de los muertos, desde el cual llamó a

todas las personas justas que habían vivido antes que él a entrar con él a

la gloria del Reino del Cielo. Un icono popular de las Iglesias orientales

muestra a Jesús resucitado introduciendo sus manos en el reino de los

muertos para extraer a Adán y Eva.

Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió

a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los

justos que le habían precedido. (CIC, no. 637)

¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!

La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto

es una intervención trascendente de Dios mismo en la

creación y en la historia.

—CIC, no. 648

Cuando hablamos del Misterio Pascual, nos referimos a la muerte y

Resurrección de Cristo como un solo e inseparable acontecimiento. Es