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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 15:42-44). La acción del Espíritu Santo

“ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado

glorioso de Señor” (CIC, no. 648).

¿Qué aprendemos de la Resurrección de Cristo? Si Jesús no hubiese

resucitado, nuestra fe no significaría nada. San Pablo deja esto claro en su

primera Carta a los Corintios: “Si hemos predicado que Cristo resucitó

de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo

que los muertos no resucitan? Por si los muertos no resucitan, tampoco

Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana, y

la fe de ustedes es vana” (1 Co 15:12-14). También aprendemos que, al

resucitarlo de entre los muertos, el Padre ha dejado su sello sobre la obra

realizada por su Hijo unigénito mediante su Pasión y muerte. Ahora

vemos la plenitud de la gloria de Jesús como Hijo de Dios y Salvador.

LA ASCENSIÓN AL CIELO

El Misterio Pascual culmina con la Ascensión de Jesús. Tras su aparición

aquí en la tierra con su cuerpo resucitado, y “después de dar sus

instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había

elegido” (Hch 1:2), Jesús “se fue elevando a la vista de ellos, hasta que

una nube lo ocultó a sus ojos” (Hch 1:9):

La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la

humanidad de Jesús en el dominio celeste de Dios de donde ha

de volver (cf. Hch 1:11) […] Jesucristo, cabeza de la Iglesia,

nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros,

miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día

con él eternamente. Jesucristo, habiendo entrado una vez por

todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros

como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión

del Espíritu Santo. (CIC, nos. 665-667)

DE LA DUDA A LA FE

Cuando las mujeres informaron de la Resurrección a los Apóstoles,

“todas estas palabras les parecían descarríos y nos les creían” (Lc 24:11).