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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

MEDITACIÓN

En la vida de fe siempre hay dos movimientos: Dios buscándonos y

nosotros buscando a Dios. El poeta Francis Thompson describió los

intentos de Dios de alcanzarnos refiriéndose a Él como el “sabueso del

cielo”. Thompson dijo que sintió a Dios que venía tras él, deseando

darle amor. Pero el poeta no estaba preparado:

Me escape de Él, por los caminos laberínticos

De mi propia mente […] Me escondí de Él.

Al mismo tiempo, Dios ha marcado en nuestras almas el desearlo

a Él. Nacemos con un deseo por lo divino que no puede ser satisfecho

por nada o por nadie salvo por Dios. Somos creados para buscar

inquietamente el amor absoluto, el cual es Dios. Thompson no solo

sintió a Dios persiguiéndolo como un sabueso, sino que también sintió

su propia hambre y sed de Dios. Un día dejó de correr, se dio la vuelta y

regresó apresuradamente hacia Dios:

¡Desnudo, espero la caricia de tu amor que me levanta!

Mi arnés, pieza por pieza, tú me ha quitado […]

Estoy indefenso, completamente.

Y Dios, el otro personaje que busca inquietamente en este drama

espiritual dice:

“Levanta, toma mi mano, y ven!”

El Espíritu Santo presidió esta aventura espiritual. Es la misión

del Espíritu ayudarnos a acercarnos a Dios. Cuando el Espíritu Santo

está presente y activo en nuestras vidas, entonces podemos tener una

experiencia de su presencia.