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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

La Iglesia también es una realidad espiritual, con lazos interiores de

fe y de amor forjados por el Espíritu Santo. La Iglesia, a la vez visible y

espiritual es descrita tradicionalmente como el Cuerpo Místico de Cristo.

Es un cuerpo vivo, sustentado por la acción oculta del Espíritu Santo.

La complejidad que caracteriza a la Iglesia como una institución

visible y, a la vez, una realidad espiritual hace que algunos no se den

cuenta de la unidad básica de la Iglesia. El Espíritu Santo es la fuente de

la unidad de todos los aspectos de la Iglesia. El Espíritu Santo integra los

aspectos visibles de la Iglesia con los aspectos invisibles, de tal modo que

la Iglesia es siempre una unidad de ambos aspectos.

En la unidad de este cuerpo [del cual Cristo es la cabeza] hay

diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros

están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a

los pobres y perseguidos. (CIC, no. 806)

La Iglesia es el sacramento de la salvación. “La Iglesia es en Cristo

como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios

y de la unidad de todo el género humano” (CIC, no. 775). La Iglesia es

un sacramento de la unión de todas las gentes con Dios y un sacramento

de la unión de todas las gentes entre sí, ya que la Iglesia une gente “de

todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas” (Ap 7:9).

El Espíritu nos comunica la salvación ganada para nosotros por

Jesucristo mediante la Iglesia y sus siete sacramentos. “La Iglesia ‘es el

proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad’ que quiere ‘que

todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único

Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo’”

(CIC, no. 776, citando al Papa Pablo VI [22 de junio de 1973]).

LA IGLESIA ES EL PUEBLO DE DIOS

[Dios] quiso santificar y salvar a los hombres no

individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino

hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad

y le sirviera con una vida santa.

—CIC, no. 781