Capítulo 10. La Iglesia: Reflejando la Luz de Cristo
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En la Iglesia, “los fieles laicos pueden cooperar a tenor del
derecho en el ejercicio de la potestad de gobierno”. Así, con su
presencia en los Concilios particulares, los Sínodos diocesanos,
los Consejos pastorales; en el ejercicio de la tarea pastoral de
una parroquia; la colaboración en los Consejos de los asuntos
económicos; la participación en los tribunales eclesiásticos, etc.
(CIC, no. 911, citando el
Código de Derecho Canónico
[
Codex
Iuris Canonici;
CDC], can. 129 §2)
LA IGLESIA COMO COMUNIÓN
La imagen de la Iglesia como Comunión tiene el valor de conectar
las verdades sobre la Iglesia de una manera fructífera y harmoniosa.
Empezamos con una definición de la Iglesia como Comunión.
La Iglesia como Comunión es nuestra asociación y unión de
amor con Jesús y con otros cristianos bautizados en la Iglesia,
el Cuerpo de Cristo, la cual tiene su fuente y cumbre en la
celebración de la Eucaristía mediante la cual nos unimos en
amor divino a la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. (cf. CIC, Glosario)
La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, es la asamblea de gente unida por
el Bautismo y su participación en los sacramentos, especialmente la
Eucaristía, lo cual abre sus mentes y corazones a la Santísima Trinidad,
una comunión de amor de personas divinas. En esta comunión de la
Iglesia, los miembros están llamados a amar a Dios, a los demás y a sí
mismos, y de esta manera a ser testigo comunitario del amor por el cual
Cristo salvó al mundo. Por el amor divino nos unimos en comunión con
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En el corazón del mensaje del Evangelio está el deseo de Dios de
compartir con nosotros la comunión de la vida Trinitaria. Jesús vino
para invitar a todos a participar en la comunión de amor que el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo tienen entre sí. Toda la creación está destinada
a enseñarnos el plan de amor de la Trinidad por nosotros. Todo lo que
Jesús hizo apuntaba a esta meta.