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Capítulo 10. La Iglesia: Reflejando la Luz de Cristo

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Iglesia fue diseñada y creada por Dios, quién unió en una comunidad

a aquellos que aceptaron el Evangelio.

• Dios Padre preparó la formación de la Iglesia mediante una serie de

acontecimientos de la Alianza descritos en el Antiguo Testamento.

Jesús llevó a la plenitud el designio divino que Dios tenía para la

Iglesia mediante su muerte y Resurrección salvadoras. El Espíritu

Santo manifestó a la Iglesia como un misterio de salvación.

• La Iglesia es una sociedad visible y una comunidad espiritual; es una

institución jerárquica y el Cuerpo de Cristo; es una Iglesia terrenal y

una llena de los tesoros celestiales. Por ello, la Iglesia es una compleja

realidad que tiene elementos humanos y divinos.

La realidad del misterio de la Iglesia es expresada de las variadas

formas que siguen a continuación:

• La Iglesia es el sacramento de la salvación, el signo e instrumento de

nuestra comunión con Dios (cf. CIC, nos. 774-776).

• La Iglesia es el Pueblo de Dios. “Ustedes son estirpe elegida,

sacerdocio real, nación consagrada a Dios […] Ustedes, los que

antes no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios” (1 P 2:9-10). Nos

convertimos en miembros del Pueblo de Dios mediante la fe y el

Bautismo (cf. CIC, nos. 781-786).

• La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Cristo es la cabeza y nosotros los

miembros. En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros

y de funciones, y sin embargo todos están unidos a través del amor

y la gracia de Cristo, especialmente los pobres, los que sufren y los

que son perseguidos (cf. CIC, nos. 787-795).

• La Iglesia es la Esposa de Cristo. “Cristo amó a su Iglesia y se entregó

[a la muerte] por ella para santificarla” (Ef 5:25-26; cf. CIC, no. 796).

• La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. “Nosotros somos el

templo de Dios vivo” (2 Co 6:16; cf. 1 Co 3:16-17; Ef 2:21; cf. CIC,

nos. 797-801).

• La Iglesia es una comunión. El punto de origen de esta comunión

es nuestra unión con Jesucristo. Esta nos da parte en la comunión

de las Personas de la Santísima Trinidad y también nos lleva a la

comunión entre hombres y mujeres (cf. CIC, nos. 813, 948, 959).