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Capítulo 11. Los Cuatro Atributos de la Iglesia

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Mediante el trabajo de los misioneros (sacerdotes, hombres y mujeres

consagrados y laicos), la Iglesia da a conocer a Cristo a medida que enseña

el Evangelio a otras personas mediante palabras y obras, invitándolos a

responder a esta proclamación a través de un compromiso de fe.

LA IGLESIA ES APOSTÓLICA

La Iglesia está construida sobre los cimientos de los Apóstoles, quienes

fueron elegidos por Cristo mismo, y a cuya cabeza puso a Pedro. Toda

la comunidad de cristianos recibió la proclamación del Evangelio de

los Apóstoles, y es por esto que la Iglesia en su totalidad es llamada

“apostólica”. Bajo la dirección del Espíritu Santo, la Iglesia permanece,

y siempre permanecerá, en su totalidad fiel a las enseñanzas de los

Apóstoles. Esto es lo que se llama la indefectibilidad de la Iglesia, porque

nunca se alejará del Evangelio.

Para asegurar aún más la fidelidad de la Iglesia al Evangelio, Cristo

ha querido que los Apóstoles fuesen sucedidos por los obispos. Los

Apóstoles actuaron juntos como un cuerpo, con Pedro como cabeza, en

su liderazgo de la Iglesia. Por esto la Iglesia los llama un “colegio”. El

colegio de obispos ha sucedido al colegio de los Apóstoles, y es el Obispo

de Roma, el Papa, quien ha sucedido a la función de Pedro como cabeza

del colegio. Por eso la Iglesia los llama un “colegio”, y su unidad esencial

como un cuerpo se entiende como el principio de colegialidad.

Cada obispo trabaja en su propia diócesis en su función como pas-

tor y maestro sacerdotal. Posee la plenitud del sacerdocio y por eso es

el principal celebrante de los sacramentos, especialmente la Eucaristía,

a través de la cual la Iglesia crece en santidad y unión con Cristo. Tam-

bién es el principal pastor de la diócesis y por ello es responsable del

gobierno compasivo y amoroso del pueblo encomendado a él. Y es el

principal maestro de la diócesis, responsable de la auténtica proclama-

ción del Evangelio.

La misión de enseñar del colegio de obispos se llama “Magisterio”.

Cuando todos los obispos del mundo, junto con el Papa, en la plenitud

de su tarea de ser maestros, proclaman una doctrina que ha sido

divinamente revelada, esta debe ser aceptada con la obediencia de la fe