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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

MEDITACIÓN

Dios llamó primero a los Israelitas a la santidad: “Sean santos porque

yo soy santo” (Lv 11:45). San Pedro repitió este mandamiento del Señor

para el pueblo cristiano. “Así como es santo el que los llamó, sean

también ustedes santos en toda su conducta, pues la Escritura dice: ‘Sean

santos, porque yo, el Señor, soy santo’” (1 P 1:15-16). Dios dirigió esta

llamada a cada miembro de la Iglesia. Él comienza la vida de santidad

en nosotros en nuestro bautismo, cuando nos hacemos partícipes de la

vida divina mediante el don de la gracia santificante. La santidad es un

don, el cual el Espíritu Santo confiere en nosotros continuamente. Este

don debería dar fruto en nosotros a medida que vivimos nuestro amor

por Dios, por el prójimo y por nosotros mismos; que crecemos en virtud,

y que trabajamos por la justicia y misericordia de todos, especialmente

los pobres y los indefensos.

ORACIÓN

Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles has

fundado tu Iglesia;

Por ella nos edificas en la unidad de tu pueblo.

Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles nos

has dado el bautismo y la penitencia:

Por ellos nos purificas de todas nuestras culpas.

—Preces del Común de Apóstoles,

Liturgia de las Horas

, vol. III, 1659

La Iglesia es la Esposa de Cristo,

Adoremos a Cristo, el Esposo de su Iglesia.