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Capítulo 18. El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación

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tipo y un mayor poder para afrontar retos espirituales (cf. CIC,

no. 1496).

• “Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos

y también para las almas del Purgatorio la remisión de las penas

temporales, consecuencia de los pecados” (CIC, no. 1498).

MEDITACIÓN

Una Paráfrasis de la Parábola del Hijo Pródigo

(También Conocida como la Parábola del Padre

Misericordioso: Lc 15:11-32)

Un padre tenía dos hijos. El hijo más joven le dijo a su padre: “Padre,

dame mi herencia ahora”. El padre accedió y le dio a su hijo la herencia

que le correspondía. Al recibirla, el hijo viajó a un país extranjero, donde

malgastó su dinero en placeres pecaminosos. Estando en la bancarrota, el

hijo se encontró en una tierra que afrontaba sus propias preocupaciones

económicas porque había sequía. El encargado de una piara de cerdos le

ofreció un trabajo al joven cuidando los cerdos. Su salario era tan bajo

que no podía comprar comida suficiente para sí mismo. Deseaba comer

el alimento que se les daba a los cerdos pero no le estaba permitido.

Cuando había caído hasta lo más bajo, recobró sus sentidos y se

dio cuenta de que los trabajadores de su padre tenían más que suficiente

para comer mientras que él se moría de hambre. Decidió regresar a casa,

pedir perdón a su padre y a Dios por sus pecados, declarar que no era

digno de ser llamado hijo de su padre y pedir un trabajo en su finca.

Mientras tanto, el padre extrañaba mucho a su hijo más joven. Cada

día se paraba en la cima de un cerro, mirando al horizonte, esperando

ver a su hijo y deseando que este regresara. Un día vio a su hijo que se

acercaba. El padre salió corriendo hacia él, lo abrazó y besó, y alabó a

Dios porque su hijo había regresado. Con lágrimas de alegría y muchos

abrazos, el padre ahogaba las palabras de arrepentimiento de su hijo.

El padre jubilosamente llamó a sus siervos para que vistiesen a su

hijo con la mejor túnica, le pusieran un anillo en su dedo y sandalias en

los pies. Ordenó que matasen al ternero cebado y lo cocinasen para un