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Segunda Parte. Los Sacramentos: La Fe Celebrada

y se fue a su casa. La gente glorificó a Dios por la curación de alma y

cuerpo que Jesús había realizado.

Los Evangelios narran muchas otras ocasiones de cuando Jesús

curó a los enfermos. Aunque a veces Jesús simplemente decía algunas

palabras para lograr la curación, a menudo tocaba a la persona afligida

para que sucediese la cura. En el sacramento de la Unción de Enfermos

de la Iglesia, mediante el ministerio del sacerdote, es Jesús quién toca al

enfermo para curarlo de sus pecados, y a veces incluso de la enfermedad

física. Sus curaciones eran signos de la llegada del Reino de Dios. El

mensaje central de sus curaciones nos dice de su plan de conquistar el

pecado y la muerte con su muerte y Resurrección.

En la Cruz, Jesús cargó con todo el peso del mal y eliminó el poder que

este tenía sobre nosotros. Jesús dio un nuevo significado al sufrimiento,

dándole un poder redentor. Por su gracia somos capaces de unir nuestro

dolor a su pasión redentora. San Pablo dio testimonio de esto cuando

escribió: “Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo

que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la

Iglesia” (Col 1:24).

LA IGLESIA CONTINÚA EL MINISTERIO DE

LA CURACIÓN DE CRISTO

La Iglesia continúa, de muchas formas, el ministerio de la curación

de Cristo. Hay familias católicas que cuidan de parientes enfermos

de numerosas maneras. Hay muchas historias inspiradoras sobre un

cónyuge ya mayor que sirve, personalmente, a su cónyuge enfermo de,

por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedades. Los que

cuidan a los enfermos descubren que la fe y la oración significan mucho

en situaciones como estas.

Muchas órdenes y congregaciones religiosas han establecido hos­

pitales católicos para cuidar de las necesidades físicas y espirituales de

los enfermos. Los hospicios patrocinados por la Iglesia es otra forma de

llevar a cabo este ministerio de curación. Además de doctores, enfermeros

y capellanes, hay ocasionalmente individuos que poseen el carisma (el

don) de la curación. “El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial