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Capítulo 19. La Unción de los Enfermos y de los Moribundos

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de curación (cf. 1 Co 12:9, 28, 30) para manifestar la fuerza de la gracia

del Resucitado” (CIC, no. 1508).

Millones de creyentes peregrinan a santuarios como el de Lourdes,

a menudo en busca de una cura física pero siempre para sentir una

profundización de la fe. La Iglesia requiere que haya milagros de curación

como parte del proceso de canonización, el proceso para declarar la

santidad de una persona.

Sobre todo, la Iglesia continúa el ministerio de curación de Cristo.

Santiago describe su celebración en la época apostólica: “¿Hay alguno

enfermo? Que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y

lo unjan con aceite, invocando al Señor. La oración hecha con fe le dará

la salud al enfermo y el Señor hará que se levante; y si tiene pecados, se

le perdonarán” (St 5:14-15).

UN SACRAMENTO DE CURACIÓN

La unción de los enfermos “no es un sacramento solo para

aquellos que están a punto de morir. Por eso, se considera

tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a

estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez”.

—CIC, no. 1514, citando SC, no. 73

El rito de la Unción de los Enfermos nos dice que no tenemos que

esperar a que una persona esté a las puertas de la muerte para recibir el

sacramento. Un juicio cuidadoso sobre la seriedad de la naturaleza de la

enfermedad es suficiente. El sacramento puede ser repetido si la persona

enferma se recupera después de la unción pero se enferma de nuevo, o

si, durante la misma enfermedad, la condición de la persona se hace más

precaria. Una persona debería ser ungida antes de una operación cuando

la razón de la intervención quirúrgica es una enfermedades grave (cf.

Rito de la Unción

, Introducción, nos. 8-10).

Más aún, “se puede ungir a las personas ancianas, cuando se

encuentran ya demasiado débiles, aun cuando no exista ninguna

enfermedad propiamente dicha. También a los niños enfermos se les

administra la sagrada unción cuando ya hayan llegado al uso de razón,