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6 • Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

San Agustín nos pide que observemos la belleza del mundo y que

dejemos que esta nos lleve a Dios. “Interroga a la belleza de la tierra,

interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata

y se difunde, interroga a la belleza del cielo [...] interroga a todas estas

realidades. Todas te responde: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es

una profesión. Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino

la Suma Belleza (‘Pulcher‘), no sujeto a cambio?” (San Agustín, Sermón

241, 2; cf. CIC, no. 32).

A lo largo de toda la historia de la Iglesia, los cristianos han

entendido el universo como evidencia de la existencia de Dios. El

orden, la armonía y la belleza del mundo nos indican la existencia de

un Creador inteligente. El fin de la creación, desde lo inanimado hasta la

vida humana también indica la existencia de un Creador sabio. El hecho

de que todas las cosas visibles hayan llegado a existir y que finalmente

dejarán de serlo en este mundo, indican la existencia de un Creador

eterno, que no tiene ni principio ni fin y que sostiene todo lo que Él ha

creado (cf. CIC, no. 32).

A TRAVÉS DE LA PERSONA HUMANA

Te doy gracias, porque me has formado portentosamente.

—Sal 138:14

Cada persona humana busca conocer la verdad y experimentar el bien.

El bien moral nos atrae. Atesoramos nuestra libertad y nos esforzamos

en mantenerla. Escuchamos la voz de nuestra conciencia y deseamos

seguirla en nuestras vidas. Anhelamos la felicidad absoluta.

Estas experiencias nos hacen conscientes de la existencia de nuestras

almas, de nuestra naturaleza espiritual. Cuanto más conscientes somos

de estas verdades, más somos atraídos a la realidad de Dios, quien es el

Bien Supremo. Estas son las semillas de la eternidad que llevamos dentro

de nosotros y que solo tienen su origen en Dios. San Agustín confirmó

esta idea cuando rezó: “Que me conozca a mí mismo, para así poder

conocerte a Ti” (versión del traductor [v.d.t.]).

Si esto es verdad, ¿por qué hay tantas personas que no han conocido

a Dios?