Capítulo 21. El Sacramento del Matrimonio
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LA DECLARACIÓN DE NULIDAD
El matrimonio de dos personas bautizadas celebrado según las normas
de la ley de la Iglesia siempre se presume que es válido. Cuando un
matrimonio se rompe, esta suposición sigue vigente hasta que se pruebe
lo contrario. La examinación de la validez de un matrimonio es llevada
a cabo por un tribunal eclesiástico. Cuando el tribunal eclesiástico
promulga una declaración de nulidad del matrimonio, esto no quiere
decir que no existió una relación civil, sexual o emocional, ni tampoco
que los hijos nacidos de la unión sean ilegítimos. La declaración de
nulidad quiere decir que no existió el vínculo matrimonial —o, en
el caso de que una de las personas no estuviese bautizada, el vínculo
natural— porque en el momento de la boda no se dieron los criterios
para un matrimonio válido. Entre los motivos para una declaración
de nulidad se encuentran: defectos en el rito mismo, en la capacidad
legal de los contrayentes para casarse (es decir, un “impedimento”), o
en el consentimiento que dieron —así sea que les faltaba discreción o
madurez de juicio, o que se casaran forzados o por temor, o lo hicieran
con intención de excluir la fidelidad o el compromiso de una unión de
por vida, o que pusieran condiciones inaceptables para el matrimonio
(cf. CIC, nos. 1628-1629). Una vez que la declaración de nulidad ha sido
declarada, si no existen otras restricciones, los contrayentes son libres de
casarse sacramentalmente en la Iglesia Católica.
MATRIMONIOS MIXTOS Y DISPARIDAD DE CULTO
El término
matrimonio mixto
se refiere a la unión entre un católico y una
persona bautizada, no católica. Con el permiso apropiado, un católico
se puede casar con un bautizado no católico por la Iglesia Católica o por
una Iglesia no católica. En el primer caso, un ministro no católico puede
estar presente en la ceremonia, al igual que un sacerdote católico puede
estar presente, con el permiso del obispo, en la iglesia no católica.
Está claro que existen diferencias entre las distintas tradiciones reli-
giosas, pero estas diferencias pueden ser atenuadas cuando los cónyuges
comparten lo que han recibido de sus respectivas tradiciones y aprenden
uno del otro como viven su fidelidad a Cristo. “Pero las dificultades de