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Segunda Parte. Los Sacramentos: La Fe Celebrada
que van a participar en él su entrega completa y sin reservas. Esta
unión, por tanto, es muy seria, porque los unirá a ustedes de por
vida en una relación tan cercana y tan íntima que influenciará
profundamente todo su futuro. Este futuro —con sus esperanzas
y desilusiones, sus éxitos y sus fallos, sus placeres y sus dolores,
sus gozos y sus tristezas—
se oculta de sus ojos. Ustedes saben
bien que estos elementos se mezclan en la vida diaria y que son
de esperar en la de ustedes. Y así, sin saber lo que les espera,
ustedes se aceptan mutuamente en lo bueno y en lo malo, en lo
próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, hasta
la muerte.
Estas palabras son, entonces, muy serias. Es un bello tributo
a su indudable fe mutua que, reconociendo todo su significado,
ustedes estén aún así dispuestos y listos a pronunciarlas. Y
porque estas palabras conllevan tan solemnes obligaciones, es
sumamente apropiado que ustedes depositen la seguridad de su
vida matrimonial en el gran principio del sacrificio personal.
Y así hoy, ustedes comienzan su vida de casados mediante la
rendición voluntaria y total de sus vidas individuales en beneficio
de esa vida más profunda y amplia que ustedes dos van a tener
en común.
De ahora en adelante, ustedes se pertenecen por completo el
uno al otro; serán uno en sus pensamientos, uno en sus corazones
y uno en sus sentimientos. Y sean cuales sean los sacrificios que
de ahora en adelante tengan que hacer para preservar esta vida en
común, háganlos siempre generosamente. Habrá problemas que
puedan ser difíciles, pero un amor genuino puede hacerlos fáci-
les, y un amor perfecto los puede convertir en una alegría. Esta-
mos dispuestos a dar en proporción a lo que amamos. Y cuando
el amor es perfecto, el sacrificio es completo. Dios amó tanto al
mundo que dio a su único Hijo engendrado, y el Hijo nos amó
tanto que se dio a sí mismo por nuestra salvación. “Nadie tiene
amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”.
No hay bendición más grande que pueda recibir su vida
matrimonial que un amor conyugal puro, leal y verdadero hasta
el fin. Que este amor, entonces, con el que hoy unen sus manos