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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida

necesitamos para la felicidad eterna. Si no es arrepentido, resulta en

la pérdida del amor y de la gracia de Dios y merece el castigo eterno

del infierno, es decir, la exclusión del Reino de Dios y por tanto la

muerte eterna.

Un pecado venial es un alejamiento del orden moral en una materia

menos seria. “Toda mala acción es pecado, pero hay pecados que no

llevan a la muerte” (1 Jn 5:17). Aunque el pecado venial no destruye

completamente el amor que necesitamos para la felicidad eterna, sí

debilita ese amor e impide nuestro progreso en la práctica de la virtud

y del bien moral. Es por esto que, con el paso del tiempo, puede tener

serias consecuencias. “El pecado venial deliberado y que permanece sin

arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal”

(CIC, no. 1863).

Al reflexionar sobre el pecado siempre debemos recordar que Dios

es rico en misericordia. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la

gracia” (Rm 5:20). La misericordia de Dios es mayor que el pecado. El

mero núcleo del Evangelio es la revelación de la misericordia de Dios en

Jesucristo. “Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo,

sino para que el mundo se salvara por él” (Jn 3:17).

Para recibir esta misericordia, tenemos que estar dispuestos a admi-

tir nuestra pecaminosidad. El dolor por los pecados y la confesión de los

pecados son signos de la conversión del corazón que nos abre a la mise-

ricordia de Dios. Aunque podemos juzgar ciertas ofensas de ser ocasio-

nes de pecado mortal, y por tanto un acto de maldad objetivo, siempre

debemos confiar el juicio de la persona a la misericordia y justicia de

Dios. Esto es así porque una persona no puede saber la magnitud del

conocimiento y la libertad de otra persona, los cuales son factores inte-

grales al determinar cuándo una ocasión de pecado mortal se convierte

en un pecado en sí por el que somos moralmente responsables.

La Formación de la Conciencia

La formación de una buena conciencia es otro elemento fundamental

de la enseñanza moral cristiana. “La conciencia moral es un juicio de

la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un

acto concreto” (CIC, no. 1796). “Porque el hombre tiene una ley escrita