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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida
actúa al respecto. Esta persona tiene una conciencia cierta pero errónea.
Pero como la conciencia actuó en contra de lo que percibió como algo
objetivamente bueno, la conciencia elige pecar.
Existen algunas reglas a seguir al obedecer la conciencia de uno.
Primero, siempre sigue una conciencia cierta. Segundo, una conciencia
errónea debe ser cambiada si es posible. Tercero, no actúes con una
concienciadudosa. Siempredebemosobedecer los juiciosciertosdenuestra
conciencia, sabiendo que nuestra conciencia puede estar equivocada, que
puede cometer un error respecto a lo que es verdaderamente bueno o lo
que es correcto hacer. Esto puede suceder a causa de la ignorancia por la
cual, sin ser culpa nuestra, no teníamos todo lo que necesitábamos para
formular un juicio correcto.
Sin embargo, también tenemos que reconocer que la ignorancia y
los errores no están siempre libres de culpabilidad, por ejemplo, cuando
no buscamos seriamente lo que necesitábamos para formar nuestra
conciencia correctamente. Ya que tenemos la obligación de obedecer a
nuestra conciencia, también tenemos la gran responsabilidad de ver que
es formada de tal manera que refleje el verdadero bien moral.
La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los
demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los
numerosos problemas morales que se presentan al individuo
y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta
conciencia, tanta mayor seguridad tienen las personas y las
sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a
las normas objetivas de la moralidad. (GS, no. 16)
La Excelencia de las Virtudes
La vida moral cristiana es una que busca cultivar y practicar la virtud.
“La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a
la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma”
(CIC, no. 1803). Una vida moral efectiva requiere la práctica tanto de
las virtudes humanas como las teologales.
Las virtudes humanas forman el alma con los hábitos del
entendimiento y de la voluntad que soportan al comportamiento moral,