Capítulo 23. La Vida en Cristo — Primera Parte
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controlan las pasiones y evitan el pecado. Las virtudes guían nuestra
conducta según los dictados de la fe y la razón, llevándonos hacia la
libertad basada en el autocontrol y hacia la alegría de vivir una buena
vida moral. La compasión, la responsabilidad, el sentido del deber, la
autodisciplina y la moderación, la honestidad, la lealtad, la amistad,
la valentía y la persistencia son algunos ejemplos de virtudes deseadas
para mantener una vida moral. Históricamente, agrupamos las virtudes
humanas entorno a lo que llamamos las Virtudes Cardinales. Este
término proviene de la palabra latina
cardo
, que significa “bisagra”.
Todas las virtudes están relacionadas o unidas (como con una bisagra
[n.d.t.]) a una de las Virtudes Cardinales. Las cuatro Virtudes Cardinales
son prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Existen diferentes maneras mediante las cuales adquirimos virtudes
humanas. Se adquieren mediante la repetición frecuente de actos
virtuosos que establecen un modelo de comportamiento virtuoso. Existe
una relación recíproca entre virtud y acto porque la virtud, como realidad
interna, nos predispone a actuar externamente de maneras moralmente
buenas. Sin embargo, es realizando actos buenos concretos que la virtud
dentro de nosotros se fortalece y crece.
Las virtudes humanas también se adquieren viéndolas en el buen
ejemplo de otras personas y educándonos respecto a su valor y los
métodos para adquirirlas. Historias que nos inspiran a querer tales
virtudes contribuyen a su crecimiento dentro de nosotros. Se adquieren
por medio de una fuerte voluntad decidida a alcanzar tales ideales.
Además, se nos ofrece la gracia de Dios para purificar y fortalecer
nuestras virtudes humanas, ya que nuestro desarrollo en la virtud puede
ser obstruido por la realidad del pecado. Especialmente mediante la
oración y los sacramentos, nos abrimos a los dones del Espíritu Santo y
a la gracia de Dios como otra forma en la que crecemos en virtud.
Las Virtudes Teologales de la fe, esperanza y caridad (amor) son
aquellas virtudes que se refieren directamente a Dios. No se adquieren
mediante ningún logro humano sino que, comenzando con el Bautismo,
se nos otorgan como dones de Dios. Nos disponen a vivir en relación
con la Santísima Trinidad. La fe, la esperanza y la caridad influyen en
las virtudes humanas incrementando su estabilidad y fortaleza para
nuestras vidas.