Capítulo 23. La Vida en Cristo — Primera Parte
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pureza de corazón, la templanza y la fortaleza nos ayudan a vencer y
evitar lo que se llaman los siete Pecados Capitales —soberbia, avaricia,
envidia, ira, lujuria, gula y pereza—
los cuales son aquellos pecados que
originan los otros pecados y vicios.
Crecer en virtud es una meta importante para cada cristiano, ya que
las virtudes juegan un valioso papel al vivir la vida moral cristiana.
AMOR, NORMAS Y GRACIA
Nuestra cultura frecuentemente exalta la autonomía individual sobre la
comunidad y la tradición. Esto puede llevar a sospechar de las reglas y
normas que provienen de una tradición. Esto también puede ser la causa
de una crítica saludable de un legalismo que puede surgir de concentrarse
en reglas y normas.
Los defensores de la moralidad cristiana a veces pueden caer en un
legalismo que los lleva amoralizar infructuosamente. No hay duda alguna
que el amor tiene que ser la base esencial de la vida moral. Pero igual de
esencial en este reino terrenal son las normas y leyes que muestran como
el amor puede ser aplicado a la vida real. En el cielo, solamente el amor
será suficiente. En este mundo, necesitamos la orientación moral de los
Mandamientos, del Sermón de la Montaña, de los Cinco Mandamientos
de la Iglesia y de otras normas para ver como actúa el amor.
El amor por sí solo, alejado de una dirección moral, puede descender
fácilmente a un sentimentalismo que nos pone a la merced de nuestros
sentimientos. La industria del entretenimiento popular romantiza el
amor y tiende a omitir las difíciles demandas del orden moral.
En nuestra cultura permisiva, se romantiza tanto al amor que es
separado del sacrificio. A causa de esto, no se pueden afrontar elecciones
morales difíciles. La ausencia del amor sacrificial condena la posibilidad
de una vida moral auténtica.
Bíblica y teológicamente, la vida moral cristiana comienza con una
relación amorosa con Dios, un amor de la alianza que es posible por el
sacrificio de Cristo. Los Mandamientos y otras reglas morales se nos dan
como formas de proteger los valores que promueven el amor de Dios y
de los demás. Nos dan maneras de expresar el amor, a veces prohibiendo
aquello que contradice al amor.