Capítulo 24. La Vida en Cristo — Segunda Parte
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Antigua y revelan su Verdad Divina y su verdad humana. Jesús estableció
la ley del amor porque el amor es vertido en nuestros corazones por el
Espíritu Santo. Es una ley de gracia, como explicamos a continuación.
Gracia y Justificación
Dios también nos ayuda directamente a vivir nuestra vida moral mediante
el don divino de la gracia y la justificación, que primero se nos concedió
en el Bautismo cuando nos hicimos miembros de la Iglesia. Somos
justificados —lavados de nuestros pecados y reconciliados con Dios—
por el poder del Espíritu Santo. La justificación es tanto la obra del
Espíritu que nos trae el perdón de los pecados, como nuestra aceptación
o acogida de la santidad de Dios, la cual llamamos santificación mediante
la participación en la vida divina. La justificación nos fue merecida por
la pasión de Cristo. Recibimos la justificación en el Bautismo y nos
convertimos en amigos de Dios. De esta forma nos conforma con la
justicia de Dios que nos hace justos. Tiene como finalidad la gloria de
Dios y de Cristo y el don de la vida eterna. Es una obra de la misericordia
de Dios (cf. CIC, no. 2020).
La gracia es el auxilio gratuito e inmerecido que Dios nos ofrece para
que así podamos responder a su llamada a compartir en su divina vida
y alcanzar la vida eterna. La gracia de Dios, como un don divinamente
ofrecido, ni nos quita ni nos limita nuestra libertad. Denominamos Ley
Nueva a la gracia del Espíritu Santo que hemos recibido mediante la
fe en Jesucristo. Esta Ley se expresa particularmente en el Sermón de
la Montaña y en el discurso de la Última Cena, donde Cristo puso de
relieve la unión con él en el amor como la sustancia y motivación de su
ley de gracia.
La gracia es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra
vocación de llegar a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en
la intimidad de la vida trinitaria. La iniciativa divina en la obra
de la gracia previene, prepara y suscita la respuesta libre del
hombre. La gracia responde a las aspiraciones profundas de la
libertad humana; y la llama a cooperar con ella, y la perfecciona.
La gracia santificante es el don gratuito que Dios nos hace de