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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida
nos extiende su cuidado providencial cada minuto de cada día. El Primer
Mandamiento promueve la virtud de la religión que nos mueve a adorar
solo a Dios porque solo Él es santo y digno de nuestra alabanza.
Adorar a Dios, orar a El, ofrecerle el culto que le corresponde,
cumplir las promesas y los votos que se le han hecho, son
todos ellos actos de la virtud de la religión que constituyen la
obediencia al primer mandamiento. (CIC, no. 2135)
Todos los Mandamientos nos llaman a practicar ciertas virtudes y
nos prohíben un número de comportamientos inmorales. La invitación
positiva del Primer Mandamiento nos llama a practicar las Virtudes
Teologales de la fe, esperanza y caridad creyendo en las tres Personas
de la Santísima Trinidad, depositando toda nuestra esperanza en ellas y
amándolas con todo nuestro corazón y toda nuestra mente.
La Fe
Dios nos ha dado la virtud de la fe, que es una respuesta personal a
la Revelación de Dios de su santidad, amor, belleza y trascendencia.
Experimentamos indicios de la majestad de Dios en la creación,
rastros de su amor en el amor humano que recibimos e impulsos de su
preocupación por nosotros en nuestra vida interior, especialmente en los
movimientos de nuestra conciencia. Nuestra fe también es comunitaria,
llegándonos por medio de nuestras familias y comunidad parroquial.
Sobre todo, nuestra fe en Dios es un don de gracia y es constantemente
nutrido por el Espíritu Santo desde el momento de nuestro Bautismo, a
través de nuestra vida de oración, nuestra participación en la Eucaristía
y los sacramentos y nuestro testimonio cristiano.
Mientras que adorar y servir a Dios es el deber de todos, hay,
tristemente, quienes no creen en Él y quienes dudan seriamente de
su existencia. Algunos dudan en creer porque no pueden superar sus
objeciones a la fe o están perplejos ante el misterio de Dios. Algunos
de los bautizados caen más tarde en la herejía. “Se llama
herejía
la
negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que
ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma”
(CIC, no. 2089).