Capítulo 25. El Primer Mandamiento: Cree en el Dios Verdadero
• 369
La cultura que nos rodea está llena de distracciones que no dejan
pasar la majestuosa voz de nuestro santo y glorioso Dios. San Agustín,
comentando sobre su problemática juventud, habla de esta experiencia
con estas palabras: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Las
cosas creadas me mantenían lejos de ti; y sin embargo, si no hubiesen
estado en ti, no habrían existido” (v.d.t.). Pero Dios no era simplemente
una presencia pasiva para Agustín, quien era un amante tímido buscando
que hacer. Agustín nos dice que Dios habló con una voz vigorosa. “Me
llamaste, me gritaste y rompiste mi sordera. Soplaste tu fragancia sobre
mi […] te he saboreado, y ahora tengo hambre y sed de más” (
Las
Confesiones
, lib. 10, cap. 27 [v.d.t.]).
Este es el mejor contexto para apreciar la importancia del Primer
Mandamiento. Al igual que Dios lo hizo con Agustín, también lo hace
de nuevo por nosotros —llamándonos, gritando, tratando de romper
nuestra sordera, soplando su fragancia sobre nosotros.
Muchos sí están escuchando. Numerosos católicos están buscando
una relación más profunda con Dios mediante laMisa diaria, la recepción
frecuente de los sacramentos, la lectura orante de las Sagradas Escrituras,
los retiros, la dirección espiritual, los distintos tipos de oración y las
prácticas devocionales. Con Agustín podemos decir: “Me has tocado y
ardo con deseos de tu paz” (v.d.t.).
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DEBATE
1. La mayoría de la gente en nuestra cultura dice que cree en la
existencia de Dios. ¿Qué causa la desconexión entre esa creencia y el
comportamiento de muchos?
2. ¿Cómo te llevan los actos de fe, esperanza y caridad más cerca de
Dios y hacen de tu comportamiento un acto de alabanza al Señor?
3. ¿Cómo podemos descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas?
¿Cómo podemos compartir con los demás nuestra conciencia de
esta realidad?