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Capítulo 25. El Primer Mandamiento: Cree en el Dios Verdadero

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La cultura que nos rodea está llena de distracciones que no dejan

pasar la majestuosa voz de nuestro santo y glorioso Dios. San Agustín,

comentando sobre su problemática juventud, habla de esta experiencia

con estas palabras: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Las

cosas creadas me mantenían lejos de ti; y sin embargo, si no hubiesen

estado en ti, no habrían existido” (v.d.t.). Pero Dios no era simplemente

una presencia pasiva para Agustín, quien era un amante tímido buscando

que hacer. Agustín nos dice que Dios habló con una voz vigorosa. “Me

llamaste, me gritaste y rompiste mi sordera. Soplaste tu fragancia sobre

mi […] te he saboreado, y ahora tengo hambre y sed de más” (

Las

Confesiones

, lib. 10, cap. 27 [v.d.t.]).

Este es el mejor contexto para apreciar la importancia del Primer

Mandamiento. Al igual que Dios lo hizo con Agustín, también lo hace

de nuevo por nosotros —llamándonos, gritando, tratando de romper

nuestra sordera, soplando su fragancia sobre nosotros.

Muchos sí están escuchando. Numerosos católicos están buscando

una relación más profunda con Dios mediante laMisa diaria, la recepción

frecuente de los sacramentos, la lectura orante de las Sagradas Escrituras,

los retiros, la dirección espiritual, los distintos tipos de oración y las

prácticas devocionales. Con Agustín podemos decir: “Me has tocado y

ardo con deseos de tu paz” (v.d.t.).

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DEBATE

1. La mayoría de la gente en nuestra cultura dice que cree en la

existencia de Dios. ¿Qué causa la desconexión entre esa creencia y el

comportamiento de muchos?

2. ¿Cómo te llevan los actos de fe, esperanza y caridad más cerca de

Dios y hacen de tu comportamiento un acto de alabanza al Señor?

3. ¿Cómo podemos descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas?

¿Cómo podemos compartir con los demás nuestra conciencia de

esta realidad?