Capítulo 26. El Segundo Mandamiento: Respeta el Nombre de Dios
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falta de decencia al hablar y por la indiferencia hacia la santidad del
nombre de Dios.
El nombre de cada persona es importante. Honramos la dignidad
de las personas usando sus nombres con respeto. Sin duda alguna,
honraremos los nombres de los demás si adquirimos el hábito de respetar
el nombre de Dios. Reverenciar el nombre de Dios lo honra. Este es el
comienzo de cómo tratar a cada persona con el respeto por una dignidad
que está basada en haber sido creados a imagen de Dios.
Las Sagradas Escrituras destacan numerosas maneras en las que el
nombre de Dios es vital para nuestra vida de fe. Cuando Job se encontraba
en mitad del peor de sus sufrimientos, él dijo: “El Señor me lo dio, el
Señor me lo quitó; / ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Jb 1:21). El
nombre de Dios lo sustentó en su sufrimiento. Cuando el salmista quiso
expresar una alabanza exultante de Dios y darle gracias por los favores
recibidos, invocó el santo nombre: “Bendice, alma mía, al Señor, / y todo
mi ser a su santo nombre” (Sal 102:1).
Jesús enseñó que él estaría presente para aquellos que se reunieran
en su nombre. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo
en medio de ellos” (Mt 18:20). San Pedro se jugó todo su ministerio en
la total singularidad de Jesús, el único Salvador, al utilizar el poder de
su nombre: “Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe
ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador
nuestro” (Hch 4:12). San Pablo proclamó que el nombre de Cristo es
una ocasión para adorar al Hijo de Dios:
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas / y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre, / para que al nombre de
Jesús, todos doblen la rodilla / en el cielo, en la tierra y en los
abismos. (Flp 2:9-10)
Cuando la Santísima Virgen María alabó a Dios por haberla
llamado a ser la Madre de su Hijo, ella exclamó: “Santo es su nombre”
(Lc 1:49). Todos estos atributos sublimes al nombre de Dios dan vida a
nuestra fe y a nuestro amor por Dios. Nos presentan el contexto en el
que comprender el Segundo Mandamiento.