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Capítulo 2. Dios Sale a Nuestro Encuentro

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nos permite aprender acerca de la vida interior de Dios y su designio

amoroso para salvarnos del pecado y compartir su vida divina. Por

mucho que pensemos, nunca podríamos penetrar tal misterio sin ayuda

alguna. Dios decide libremente compartir este misterio escondido con

nosotros. El compartir de Dios fue un acto de amistad para con nosotros,

revelándose a sí mismo como quien revela su corazón a un amigo. El

amor hace tales cosas.

La Revelación de Dios se ha desarrollado a través de la historia.

“Queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó,

además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.

Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la

promesa de la redención” (Concilio Vaticano II,

Constitución Dogmática

sobre la Divina Revelación

[

Dei Verbum

; DV], no. 3; cf. Gn 3:15).

Dios continuó a lo largo de los siglos proveyendo su cuidado

providencial a aquellos que creó a su imagen y semejanza. Llamó

a Abrahán para hacer de él una gran nación, un pueblo elegido por

medio del cual la salvación vendría al mundo. En el encuentro de Dios

con Moisés, Dios se revela a sí mismo como “Yo-soy”. Estas palabras

revelan algo sobre Dios quien, sin embargo, sigue siendo misterioso.

Se revela a Dios como fuente de todo lo que existe, pero quién Él es

será revelado aún más a medida que continúa su amorosa obra por su

pueblo. Los profetas, reflexionando sobre las acciones de Dios, dejarán

clara la naturaleza de Dios. Pero la más clara Revelación tendrá lugar

en Jesucristo.

“En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado

a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos

ha hablado por medio de su Hijo” (Hb 1:1-2). Este Hijo fue Jesucristo, la

plenitud de la Revelación. Verdaderamente maravilloso es este misterio

de nuestra fe en Jesucristo, como lo decimos al profesarla: “Él ha sido

manifestado en la carne, / justificado en el Espíritu, / aparecido a los

ángeles, / proclamado a los gentiles, / creído en el mundo, / levantado a

la gloria” (1 Tm 3:16).

La Revelación es cuando el Dios viviente se da a conocer a sí

mismo. Dios se muestra a sí mismo de ambas maneras, por medio de

grandes acontecimientos, como lo narran para nosotros las Sagradas