Capítulo 30. El Sexto Mandamiento: La Fidelidad Matrimonial
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su teología del cuerpo. Él comienza con la idea de que Dios creó a cada
ser humano por su propio bien. Esto significa que ninguno de nosotros
es simplemente una parte de algo más, o el medio por el cual obtener
alguna ganancia. Dios nos creó como personas humanas libres y únicas.
No somos objetos para ser usados, sino personas para ser respetadas.
Dios creó a los seres humanos para que se amen mutuamente. Ya que
Dios es una comunión de personas, tiene sentido que nosotros, habiendo
sido creados a su imagen, salgamos al encuentro de otros para amarlos,
formando nuestra propia comunidad de personas. El amor matrimonial
da testimonio de la entrega total del hombre y la mujer. El milagro está
en que en el acto de entrega personal, cada cónyuge obtiene una mayor
conciencia de sí mismo a la vez que enriquece al otro cónyuge.
El Significado Nupcial del Cuerpo
Experimentamos nuestra identidad como individuos mediante nuestros
cuerpos. Tenemos un cuerpo, de varón o de mujer. El libro del Génesis
enseña que no es bueno que el hombre esté solo. Se nos rescata de nuestra
soledad mediante una existencia complementaria, como varón y como
mujer. El Papa Juan Pablo II denomina significado nupcial del cuerpo a
la capacidad del cuerpo del varón y del cuerpo de la mujer para servirse
mutuamente al darse de sí mismos.
El pecado, particularmente la lujuria, oscurece el significado nupcial
del cuerpo y su capacidad para dar testimonio de la imagen divina. En
este caso, el cuerpo de la mujer cesa de revelarla como una persona
para ser amada y la presenta como un objeto para ser usado. De igual
manera, el cuerpo del hombre no lo revelaría como una persona para
ser amada, sino como un instrumento para ser explotado. El pecado
erosiona el amor conyugal.
La vergüenza irrumpe en la relación. El Papa Juan Pablo II indica
que existe una vergüenza instintiva que puede mantener alejado al sexo
utilitario. La vergüenza lleva a la mujer a protegerse de la sexualidad
agresiva y lujuriosa del hombre. En el caso opuesto, la vergüenza lleva
al hombre a resistir el avance sexual de una mujer que es simplemente
lujurioso. Dios llama al amor conyugal como remedio para ir más allá