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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida

• Dios llama a las parejas casadas a crecer continuamente en amor

unitivo y en fidelidad, de tal manera que no sean dos sino una sola

carne. El darse de sí mutuamente es fortalecido y bendecido por Jesu-

cristo en el sacramento del Matrimonio. Dios sella el consentimiento

que el novio y la novia se dan mutuamente en este sacramento.

• “Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre

sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente

humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que

se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud” (CIC, no. 2362,

citando GS, no. 49).

• Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de

la paternidad de Dios. “En el deber de transmitir la vida humana y

educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges

saben que son

cooperadores del amor de Dios Creador

” (CIC, no.

2367, citando GS, no. 50, 2).

• “En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y

sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la

deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa

ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de

la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o

por tiempo indefinido” (HV, no. 10).

MEDITACIÓN

Una atención especial se ha de prestar también a la

pastoral de

la familia

, especialmente necesaria [en] un momento histórico

como el presente, en el que se está constatando una crisis

generalizada y radical de esta institución fundamental. En la

visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y

una mujer —relación recíproca y total, única e indisoluble—

responde al proyecto primitivo de Dios, ofuscado en la historia

por la “dureza de corazón”, pero que Cristo ha venido a

restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios ha

querido “desde el principio” (cf. Mt 19:8). En el matrimonio,