Capítulo 33. El Noveno Mandamiento: Practica la Pureza de Corazón
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[…] inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva
donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte
en discreción” (CIC, no. 2522).
• La
concupiscencia
se refiere a nuestros deseos desordenados y a la
inclinación a pecar que es una consecuencia del Pecado Original. La
palabra describe una rebelión de nuestras pasiones y deseos contra
los dictados de la razón recta.
• “La purificación del corazón es imposible sin la oración, la práctica
de la castidad y la pureza de intención y de mirada. La pureza del
corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y discreción. El
pudor preserva la intimidad de la persona” (CIC, nos. 2532-2533).
• El Evangelio puede renovar y purificar lo que es decadente en nuestra
cultura y gradualmente desplazar la atracción del pecado. Afirmar
el Evangelio de Cristo con palabras y dando testimonio ayuda a
transformar el tono moral de nuestra cultura. Esta propuesta
promueve la virtud en el corazón humano y su desarrollo por la
gracia del Espíritu Santo.
MEDITACIÓN
Al concluir el Jubileo del Año 2000, el Papa Juan Pablo II reflexionó
sobre sus encuentros con los jóvenes a lo largo de ese año:
Y, ¿cómo no recordar especialmente
el alegre y entusiasmante
encuentro de los jóvenes?
Si hay una imagen del Jubileo del
Año 2000 que quedará viva en el recuerdo más que las otras
es seguramente la de la multitud de jóvenes con los cuales he
podido establecer una especie de diálogo privilegiado, basado
en una recíproca simpatía y un profundo entendimiento. Fue
así desde la bienvenida que les di en la Plaza de san Juan de
Letrán y en la Plaza de san Pedro. Después les vi deambular por
la Ciudad, alegres como deben ser los jóvenes, pero también
reflexivos, deseosos de oración, de “sentido” y de amistad
verdadera. No será fácil, ni para ellos mismos, ni para cuantos
los vieron, borrar de la memoria aquella semana en la cual Roma
se hizo “joven con los jóvenes” […].