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Capítulo 34. El Décimo Mandamiento: Abraza la Pobreza de Espíritu

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DONDE ESTÁ TU TESORO, AHÍ TAMBIÉN

ESTÁ TU CORAZÓN (MT 6:21)

El décimo mandamiento desdobla y completa el noveno,

que versa sobre la concupiscencia de la carne. Prohíbe la

codicia del bien ajeno, raíz del robo, de la rapiña y del

fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento […] El

décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón;

resume, con el noveno, todos los preceptos de la Ley.

—CIC, no. 2534

Cuando Jesús comenzó a predicar el Sermón de la Montaña, el proclamó

las ocho Bienaventuranzas como los caminos que llevan a la auténtica

felicidad. La primera de estas dice que la pobreza de espíritu nos

permitirá heredar el Reino de Dios. En otras palabras, el primer paso

en el camino hacia el gozo comienza con un distanciamiento sano de

los bienes materiales. Más tarde, en el mismo sermón, Jesús enseñó que

acumular riquezas simplemente por acumularlas es una necedad. Nos

deberíamos preocupar más por las riquezas espirituales.

No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el

moho los destruyen, donde los ladrones perforan paredes y se

los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la

polilla ni el moho los destruyen, no hay ladrones que perforen

las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí

también está tu corazón. (Mt 6:19-21)

Los escándalos financieros que ocurren periódicamente en nuestra

cultura nos recuerdan que la avaricia es una amenaza constante contra

el comportamiento moral. Lleva a muchas personas a la conclusión de

que el dinero es la causa de todo mal. Pero de hecho, “la raíz de todos

los males es el afán de dinero” (1 Tm 6:10). En el estudio del Séptimo

Mandamiento, tratamos de los actos visibles del robo y de la injusticia.

El Décimo Mandamiento analiza las actitudes interiores de la avaricia y

de la envidia, que nos llevan a robar y a actuar injustamente.

En el lado positivo, el Décimo Mandamiento nos llama a practicar

la pobreza de espíritu y la generosidad del corazón. Estas virtudes nos