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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada

La Iglesia acepta y venera la Biblia como inspirada. La Biblia está

compuesta de los cuarenta y seis libros del Antiguo Testamento

y los veintisiete libros del Nuevo Testamento. Juntos estos libros

forman las Sagradas Escrituras. La unidad del Antiguo y el Nuevo

Testamento surge de la unidad revelada del amoroso designio de

Dios para salvarnos. Los libros del Antiguo Testamento incluyen

el Pentateuco, los libros históricos, los libros de los Profetas y los

libros de la Sabiduría. El Nuevo Testamento contiene los cuatro

Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo y

otros Apóstoles, y concluye con el Libro del Apocalipsis.

El

canon

de la Biblia, término que se refiere a los libros que

contiene la Biblia, fue fijado en los primeros siglos de la Iglesia.

Estos libros que forman el Antiguo y el Nuevo Testamento

fueron reconocidos por la Iglesia como textos divinamente

inspirados. En ocasiones hubo gente que desafió el carácter de

inspiración divina de algunos de los libros de la Biblia. En 1546,

el Concilio de Trento declaró que todos los libros del Antiguo

y el Nuevo Testamento habían sido inspirados en su totalidad.

Esta declaración fue confirmada más tarde por ambos concilios,

el Concilio Vaticano I (1869-1870) y el Concilio Vaticano II (1962-

1965). Aquellos libros cuya inspiración divina fue cuestionada

aparecen en las Biblias no católicas identificados como “Libros

Deuterocanónicos” o como “Apócrifos”.

LA BIBLIA

Él ordenó a los Apóstoles a proclamar y dar testimonio de su Reino

de amor, justicia, misericordia y curación, anunciado por los profetas y

cumplido en su Misterio Pascual. Jesús les mandó el Espíritu Santo para

hacerlos capaces de cumplir esta gran comisión, para darles la fortaleza

necesaria y para ayudarlos en su trabajo evangelizador.

Con la gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles hicieron lo que Jesús

les había ordenado. Esto lo hicieron oralmente, por escrito, por medio

de la santidad heroica de sus vidas y asegurándose que hubiese sucesores