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Cuarta Parte. La Oración: La Fe Orada
En 1950 el Padre Sheen fue nombrado presidente de la Propagación
de la Fe y, al año siguiente, fue nombrado obispo. Como tal, él concientizó
a los católicos estadounidense sobre las necesidades materiales y
espirituales de las misiones de la Iglesia en lugares remotos. Escribió
varios libros, algunos de los cuales trataban de la Eucaristía. En su trabajo
pastoral, trajo a numerosos conversos a la Iglesia y dirigió un sin fin de retiros,
especialmente para sacerdotes.
El Arzobispo Sheen promovió constantemente la oración meditativa
ante el Santísimo Sacramento.“Nos convertimos en aquello que miramos.
Al mirar una puesta de sol la cara adquiere un tono dorado. Mirar al
Señor Eucarístico durante una hora nos transforma el corazón de forma
misteriosa”. En su autobiografía, el Arzobispo Sheen escribió sobre “La Hora
que Alegra Mi Día”:
Ni los conocimientos teológicos ni la obra social en sí son suficientes
para mantenernos enamorados de Cristo, salvo que ambos estén
precedidos de un encuentro personal con él. Me he dado cuenta
de que requiere algo de tiempo el que ardamos en la oración.
Esta ha sido una de las ventajas de la Hora Santa. Sentarse ante la
Presencia es como un cuerpo que se expone al sol para absorber
sus rayos. En aquellos momentos de oración no es que uno recite
oraciones escritas, sino que lo que tiene lugar es escuchar. La Hora
Santa se ha convertido es una maestra para mí. Aunque antes
de amar a alguien tenemos que conocer a esa persona, aún así,
después de que la conocemos, es el amor lo que intensifica lo que
conocemos. (Arzobispo Fulton J. Sheen,
Treasure in Clay
[
Tesoro en
el Barro
] [San Francisco: Ignatius Press, 1993], 190-191 [v.d.t.])
En los últimos años, muchas parroquias han introducido períodos de
tiempo dedicados a la adoración del Santísimo Sacramento. Además,
miles de creyentes han descubierto los beneficios espirituales de la oración
orante y de otros tipos similares de oración. Los frutos positivos de tan
profunda oración han quedado demostrados en las vidas personales de
la gente comprometida a ella, así como en la vitalidad espiritual de las
parroquias donde esto tiene lugar. El Espíritu Santo, maestro de la oración,
está claramente presente y activo en estos desarrollos bienvenidos en la
vida de oración de la Iglesia.
El Arzobispo Sheen promovió durante su vida la práctica de la oración
ante el Santísimo Sacramento, y su herencia continúa hoy. El Arzobispo