Capítulo 35. Dios Nos Llama a Orar
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necesidades, mientras que cuando rezamos a Dios le pedimos dones y
favores directamente a Él.
MAESTROS DE LA ORACIÓN
A lo largo de la historia de la Iglesia, los santos han dejado una herencia
de oración “por el modelo de su vida, por la transmisión de sus escritos”,
y sus continuas oraciones en el cielo en nombre nuestro. Numerosas
escuelas de espiritualidad, como la Benedictina, la Franciscana o la
Ignaciana, han llegado hasta nosotros como parte de la herencia de los
santos. Esta auténtica diversidad de espiritualidades está unida por el
Espíritu Santo dentro de la tradición viva de la Iglesia (CIC, no. 2683).
Los padres de familia son los primeros maestros de la oración. La
oración familiar, practicada diariamente, en la que los hijos son testigos
de la oración de los adultos que están más cercanos a ellos, es una
excelente escuela de oración. Los sacerdotes y los diáconos tienen una
responsabilidad pública de liderar a la gente en oración con un respeto
genuino. También deberían enseñar a la gente como rezar y animarlos
con su ejemplo.
Los religiosos que han abrazado la vida consagrada profesan un
compromiso de oración. Su ejemplo y voluntad de dedicarse a Cristo
nos anima a rezar con añadido fervor y dedicación. Los ministros
laicos tienen una oportunidad única de animar e inspirar a los laicos a
incorporar la oración a sus vidas diarias.
La educación religiosa de los católicos a lo largo de sus vidas
debería siempre incluir, en cada uno de sus niveles, preparación sobre
cómo rezar, así como tiempo dedicado a la oración comunitaria. Los
grupos de oración también son admirables fuentes de la renovación
contemporánea de la oración. Los lugares para rezar incluyen la iglesia
parroquial, los centros de retiros, los santuarios, el hogar y cualquier
entorno en el que la gente pueda alcanzar la apropiada concentración
mental y del corazón.