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Capítulo 35. Dios Nos Llama a Orar

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con su Padre y su preocupación amorosa por sus discípulos (cf. CIC,

no. 2701).

Como somos cuerpo además de espíritu, necesitamos expresarnos

oralmente. Oraciones recitadas y cantadas brotan de nuestras almas;

se pueden complementar con gestos como la señal de la Cruz, una

genuflexión, arrodillarse e inclinarse. Cuando somos interiormente

conscientes de Dios, a quien nos dirigimos, nuestra oración vocal puede

convertirse en el primer paso hacia la oración contemplativa.

La Oración Meditativa

“La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de

comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse

y responder a lo que el Señor pide” (CIC, no. 2705). En la oración

meditativa usamos nuestras mentes para considerar la voluntad de

Dios en su designio de nuestras vidas. ¿Qué pide Dios de nosotros? La

Iglesia provee muchas ayudas para la meditación: “Sagradas Escrituras,

especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos

del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales […] el gran libro

de la creación y el de la historia, la página del ‘hoy’ de Dios” (CIC, no.

2705). “La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la

emoción y el deseo” (CIC, no. 2708). Su objetivo es profundizar nuestra

fe en Cristo, convertir nuestros corazones y fortalecernos para hacer la

voluntad de Dios.

“Los métodos de meditación son tan diversos como los maestros

espirituales” (CIC, no. 2707). Los más prominentes entre estos son la

Lectio Divina

de San Benito, la simplicidad radical de la espiritualidad

franciscana y los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Estas

espiritualidades también incluyen orientación para la contemplación.

La Oración Contemplativa

“La oración contemplativa es […] una mirada de fe, fijada en Jesús, una

escucha de la Palabra de Dios, un silencioso amor” (CIC, no. 2724).

Como todas las oraciones, esta forma requiere que se realice el mismo