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Cuarta Parte. La Oración: La Fe Orada
quien es el Pan de Vida. El Padrenuestro es el corazón de cada oración
individual y comunitaria (cf. CIC, no. 2776).
Nos Dirigimos al Padre
Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la
Oración del Señor, conviene purificar humildemente
nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de “este
mundo”. La
humildad
nos hace reconocer que “nadie
conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo
quiera revelar”, es decir “a los pequeños”. La
purificación
del corazón concierne a imágenes paternales o maternales,
correspondientes a nuestra historia personal y cultural, y
que impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro
Padre transciende las categorías del mundo creado […]
Orar al Padre es entrar en su misterio, tal como El es, y
tal como el Hijo nos lo ha revelado.
—CIC, no. 2779, citando Mt 11:27
Padre Nuestro
Llamamos a Dios “Padre” solo porque Jesús, el Hijo de Dios hecho
hombre, nos lo reveló como tal. Por nuestra unión con Cristo por el
Bautismo, recibimos la gracia de una relación filial, adoptiva con el
Padre. Esto crea en nosotros una nueva forma de entendernos a nosotros
mismos a causa de esta intimidad extraordinaria con el Padre y el Hijo.
Una palabra que nuestro Señor usa para Padre es “Abba”. Esto implica
que Jesús está diciendo que una relación con Dios debería ser como la de
un niño, muy cercana, personal, con su padre.
Aunque reconocemos que Dios no tiene género, nos inclinaremos
por usar nuestras experiencias con nuestros padres terrenales cuando
pensemos en este título de Dios. La imagen de un padre humano es
generalmente positiva, y esto nos ayuda a acercarnos a Dios como Padre.
Sin embargo, tristemente, existen casos cuando los padres han fallado a
la hora de cumplir sus responsabilidades paternales.
Un entendimiento de Dios como Padre ya es evidente en el Antiguo
Testamento, donde Dios se describe a sí mismo como estando en una