Capítulo 36. Jesús Nos Enseñó a Rezar
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Amén
Concluimos con el “Amén”, que significa “Así sea”. Gozosamente
ratificamos las palabras que Jesús nos enseñó (cf. CIC, no. 2856).
REZA PARA PODER CREER,
CREE PARA PODER REZAR
Un estudio más detenido del
Catecismo de la Iglesia Católica
revelará su
método para entrelazar la oración y sus presentaciones de la doctrina.
Aunque ciertas secciones han sido designadas para tratar específicamente
de la oración, como la Segunda Parte sobre la liturgia y esta Cuarta
Parte sobre la oración, existe un espíritu contemplativo en todo el texto.
Identificar ciertas partes con la oración no significa que exista alguna
clase de separación falsa entre la doctrina y la oración.
El
Catecismo
nos recuerda que el Señor Jesús nos pide que creamos
para así poder rezar, y que recemos para así poder creer. Conocer y
amar a Dios se complementan y sostienen mutuamente. Creer en el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo debería estar conectado esencial e
inmediatamente a una comunión de oración y amor con la Santísima
Trinidad.
Creer en la doctrina católica nos lleva a la oración y a una garantía
divina de la validez de estas verdades reveladas de Dios a las que hemos
respondido con fe. Nos damos a la oración para fortalecer nuestra
relación con Dios en una comunión de amor. Experimentar a Dios en la
oración nos muestra la vitalidad de la verdad de la doctrina y vigoriza
nuestro testimonio espiritual y moral.
Al igual que entender la doctrina requiere del estudio y del esfuerzo,
así también lo requiere la práctica de la oración. “La oración es un
don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone
siempre un esfuerzo” (CIC, no. 2725). Ya que la oración es una relación
de amor con Dios, esta nos impone ciertas demandas. No hay amor
sin sacrificio.
En nuestra cultura frenética, el tiempo se ha convertido en una de
nuestras más preciadas posesiones. De entre lo que podemos ofrecer a