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Conclusión: Una Fuente de Significado y Esperanza • 535

Dios continúa estando presente cuando sus miembros contemplan

las grandes obras que Dios ha realizado por medio de su Hijo por el

poder del Espíritu Santo, para la salvación de todo el mundo. En la

Cuarta Parte de este

Catecismo

, hemos aprendido la importancia de la

oración y de la piedad popular como maneras en las que los miembros

de la Iglesia continúan encontrándose con el Dios vivo en sus propios

corazones y en sus propias comunidades.

La Iglesia es una comunidad de seres humanos que todavía están

sujetos al pecado, y es por eso que con humildad la Iglesia se ofrece a sí

misma como el lugar de encuentro con el Dios vivo. Su existencia durante

dos mil años demuestra la misericordia y amor incesantes de Dios, al

mantenerla en su gracia como un pueblo fiel y arrepentido. En un mundo

de modas pasajeras y ambiciones transitorias, ella ofrece la sustancia de

la sabiduría del Evangelio y su creciente entendimiento de él a lo largo

de los dos milenios. Ella ofrece la posibilidad de enriquecer el momento

presente con los dones de una tradición con raíces en la revelación de

Dios mismo, y con la esperanza y significado de la vida humana que

provienen de Dios mismo. En un mundo quebrantado por la guerra y

la injusticia, la Iglesia celebra la muerte y Resurrección de Jesucristo, el

don de sí mismo hecho eternamente presente y efectivo, para hacer de

todas las gentes una, con él como cabeza de una comunidad reconciliada

y sanada. En un mundo de violencia contra la vida humana, la Iglesia

defiende con fuerza la vida mediante sus obras de justicia y caridad, así

como mediante su defensa para proteger a toda vida humana.

Por su propia naturaleza la Iglesia es misionera. Esto quiere decir que

sus miembros están llamados por Dios a llevar el Evangelio mediante

palabras y obras a todas las gentes y todas las situaciones de trabajo,

educación, cultura y vida comunitaria en las que se encuentran los seres

humanos. Los miembros de la Iglesia buscan transformar la sociedad,

no con el poder, sino por medio de la persuasión y el ejemplo. A través

de la participación en la vida política —como votantes o como personas

con cargos públicos— los miembros de la Iglesia trabajan para ampliar

la conformidad de la política pública a la ley de Dios que conocemos por

medio de la razón humana y la Divina Revelación. Lo hace especialmente

al mostrar una coherencia entre la enseñanza católica y los deseos

fundamentales y la dignidad de la persona humana.