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Primera Parte. El Credo: La Fe Profesada
sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son” (CIC, no. 159,
citando GS, no. 36).
Esto no quiere decir que no hayan existido conflictos entre la ciencia
y la religión. Por ejemplo, en el siglo XVII Galileo, basándose en previos
descubrimientos, mantuvo firme su convicción de que la tierra se movía
alrededor del sol. Esto no era considerado aceptable por muchos de sus
contemporáneos, incluidas las autoridades eclesiásticas. Como resul
tado, fue objeto de una investigación por parte de la Iglesia y puesto
bajo arresto domiciliario por el resto de su vida. El Papa Juan Pablo II
ordenó un estudio del caso de Galileo, el cual resultó en su exculpación
en 1992.
En tiempos modernos, la enseñanza científica sobre la evolución
también ha resultado conflictiva para algunos cristianos. Desde 1925,
el famoso “juicio del mono” en Dayton, Tennessee, ha tenido un efecto
duradero en la forma popular de entender la evolución. El famoso orador
y frecuente candidato presidencial William Jennings Bryan defendió los
principios de una interpretación literal de la Biblia. Clarence Darrow,
su homólogo agnóstico, ridiculizó su enfoque como algo contrario al
progreso científico. A causa de las representaciones dramáticas que
siguieron, como
Heredarás el Viento
, en el teatro y el cine, este debate
ha impreso en la mente estadounidense la falsa noción de que, en el
debate sobre la evolución, la única opción es entre el literalismo bíblico
y el darwinismo, cuando, de hecho, hay quienes reconocen la evolución
física y biológica como la obra del Creador divino.
Sin embargo, la Iglesia Católica ha continuado apoyando el principio
que establece que no existe un conflicto intrínseco entre la ciencia y la
religión. En su encíclica de 1959
Respecto a Algunas Opiniones Falsas
que Amenazan con Destruir los Cimientos de la Doctrina Católica
(v.d.t.) (
Humani Generis
), el Papa Pío XII aplicó este principio a las
controversiales teorías de la evolución, las cuales han sido a menudo
usadas en un sentido materialista o agnóstico para argumentar en contra
de la intervención divina en la obra de la creación. “El [Magisterio] de la
Iglesia no prohíbe que, conforme a la presente situación de las ciencias
humanas y la sagrada teología, la investigación y discusiones, de parte
de la [gente] con experiencia en ambos campos, tenga lugar respecto a