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Capítulo 5. Creo en Dios

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• Nuestra fe en Dios, el Único, nos lleva a adorarle como nuestro

origen y destino, y a amarlo con todos nuestros corazones.

• Dios es verdad. “Sí, Señor, tú eres Dios y tu palabra es verdadera”

(2 S 7:28). Sus palabras no nos pueden engañar. Por esto es que

podemos confiar en su verdad y fidelidad. San Juan va más allá

cuando escribe: “Dios es amor” (1 Jn 4:8).

• El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y

vida cristianas. Solo Dios se revela a sí mismo como Padre, Hijo y

Espíritu Santo.

• Jesús reveló a Dios como

Padre

con un sentido nuevo. Dios es Padre

en relación a su único Hijo. El Hijo es divino, como lo es el Padre. El

Padre da testimonio de la relación única que tiene Jesús con Él como

su Hijo durante el bautismo de Jesús en el río Jordán y durante la

Transfiguración: “Este es mi Hijo muy amado” (Mt 3:17, 17: 5).

• Antes de la Pasión, Jesús prometió mandar el Espíritu Santo como

maestro, guía y consolador. La revelación del Espíritu Santo el día de

Pentecostés y durante el resto del Nuevo Testamento da testimonio

de su divinidad.

• No hablamos de tres dioses en la Trinidad, sino de un Dios. Padre,

Hijo y Espíritu Santo no son tres modos de Dios, pero tres Personas

distintas que son el mismo ser divino. También lo son en relación a

ellas mismas, ya que las tres Personas trabajan juntas en las obras de

la creación, redención y santificación.

• Dios es todopoderoso. La Iglesia a menudo se dirige a Dios como

todopoderoso, creyendo que nada es imposible con Él. Muestra

su tremendo poder al convertirnos del pecado y al restaurarnos a

la gracia.

• Para algunos, la presencia del mal en el mundo plantea interrogantes.

Sin embargo, Dios ilumina la comprensión del misterio del mal

mediante la muerte y Resurrección de su Hijo. Fe en la Resurrección

nos da esperanza. Un entendimiento completo tendrá lugar solo en

la vida eterna.

• Solo Dios creó el mundo, libremente y sin ayuda alguna. Ninguna

criatura puede crear o llamar a existir algo o alguien “de la nada”,

como lo hizo Él.