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su cuerpo es templo del Espíritu Santo, y ustedes fueron hechos para la

grandeza. Si ya han empezado a usar pornografía, elijan ahora apartarse de

ese camino y volverse hacia relaciones verdaderas, y busquen el perdón del

Señor en el Sacramento de la Reconciliación. Jesús los ama y dio su vida

por ustedes. No teman pedir la ayuda o guía de su madre y su padre o de

un adulto, familiar o ministro pastoral de confianza, si han crecido en un

entorno donde ocurría regularmente el uso de pornografía, o si estuvieron

expuestos a esta a edad temprana.

A los pastores y otros miembros del clero

Somos testigos de la alegría y libertad de la castidad. Nuestro ejemplo de

castidad como ministros ordenados, complementado por la castidad de

otros en el matrimonio, la vida consagrada o como personas solteras ayuda

a mostrar al mundo que es posible perseverar en la virtud con la ayuda

de Cristo, y que es un don, no una carga. Reconociendo el daño causado

por el pecado de la pornografía, llamemos a los fieles al Sacramento de la

Reconciliación a menudo, asegurándonos de que esté clara y fácilmente

disponible. Somos conscientes, asimismo, de que el clero y nuestros her-

manos y hermanas en las comunidades religiosas luchan en este ámbito.

Acerquémonos a la fuente de la misericordia nosotros mismos, sabiendo

que necesitamos de la ayuda del Señor para vivir un testimonio coherente

de castidad. Atrevámonos a predicar sobre la castidad, mirando a Cristo

mismo, y llamemos la atención sobre el daño de la pornografía de manera

apropiada. Debemos ver nuestro papel en la protección de los niños

contra la pornografía como nuestro deber sagrado, así como un aspecto de

nuestro trabajo de crear un entorno seguro de conformidad con nuestra

aplicación permanente del

Estatuto para la protección de niños y jóvenes

.

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Eduquémonos sobre recursos confiables para el apoyo pastoral a los fieles y

para la curación del uso y adicción a la pornografía, y pongámoslos a dis-

posición de las familias, feligreses y otras personas que estén bajo nuestro

cuidado. También debemos encontrar y promover consejeros de confianza

y grupos de apoyo en nuestras áreas locales a los cuales podamos remitir

hombres y mujeres en busca de ayuda y curación.

Por encima de todo, vivamos en nuestra propia vida el testimonio de

un corazón alegre y puro. La importancia de la formación en los seminarios

y la formación sacerdotal continua, además de la formación de los diáconos