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Capítulo 11. Los Cuatro Atributos de la Iglesia

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• La Iglesia es una. Ella profesa “un solo Señor, una sola fe, un solo

bautismo” (Ef 4:5). Esta unidad, sostenida por el Espíritu Santo,

incluye una diversidad de dones, talentos, culturas y ritos.

• La Iglesia es santa. Jesús, el fundador, es santo y pone su santidad

a nuestra disposición mediante su muerte y Resurrección. El

Espíritu Santo nos otorga la santidad, especialmente a través de los

sacramentos. La santidad de la Iglesia brilla en los santos y de una

forma especial en la Santísima Virgen María.

• La Iglesia es católica. La palabra

católica

significa universal. Todos

los medios para la salvación se encuentran en la Iglesia. La Iglesia

tiene la plenitud de la fe, los sacramentos y la sucesión apostólica.

Jesús nos comisiona a llevar el Evangelio a todas las gentes, en todos

los tiempos; por ello la Iglesia “es misionera por su naturaleza”

(Concilio Vaticano II,

Decreto sobre la Actividad Misionera de la

Iglesia

[

Ad Gentes Divinitus

; AG], no. 2).

• La Iglesia es apostólica. Jesús quiso edificar la Iglesia sobre los

cimientos de los Apóstoles. La Iglesia transmite las enseñanzas de los

Apóstoles a través de todas las generaciones. Cristo guía como un

pastor a la Iglesia mediante Pedro y los otros Apóstoles, quienes han

sido sucedidos por el Papa y el colegio de obispos.

• Bajo la dirección del Espíritu Santo, los Apóstoles eligieron a obispos

para que les sucedieran. Con la ayuda de los sacerdotes y diáconos,

los obispos enseñan la fe; celebran los sacramentos, especialmente la

Eucaristía; y guían a la Iglesia. Su responsabilidad incluye el cuidado

de todas las Iglesias en comunión con el Papa.

• Dios llama a los laicos a dar testimonio y a compartir su fe en medio

del mundo. Mediante su Bautismo, ellos comparten en el sacerdocio

de Cristo y son sellados por el Espíritu. Por esto son llamados a la

santidad, a ser testigos proféticos en el mundo y a una determinación

regia de santificar el mundo mediante sus palabras y obras.

• Aquellos que viven una vida consagrada a Dios profesan los consejos

evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en un estado de vida

estable reconocido por la Iglesia. Prometen solemnemente rendirse

a Dios con un corazón íntegro, de esta forma liberándose a sí

mismos para servir a Dios, a la Iglesia y atender a las necesidades de

los demás.