Capítulo 13. Nuestro Destino Eterno
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UN NUEVO CIELO Y UNA NUEVA TIERRA
Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra
en la que habita la justicia.
—CIC, no. 1048, citando GS, no. 39
Una vez que el Reino de Dios llegue a su plenitud al final de los tiempos,
habrá una renovación del universo en Cristo. Las Sagradas Escrituras
usan muchas imágenes para describir esta misteriosa realidad. Habrá un
nuevo cielo y una nueva tierra:
“La creación […] misma va a ser liberada de la esclavitud de
la corrupción” (cf. Rm 8:19-23). La ciudad santa de Jerusalén
descenderá del cielo a la tierra (cf. Ap 21:10). No sabemos ni
cómo ni cuando va a suceder esto. Pero sí sabemos que Dios
hará que esto suceda. Al fin de los tiempos, “el universo entero,
que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a
través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo”.
(LG, no. 48)
LA MUERTE CRISTIANA
No nos gusta pensar en la muerte. Hay muchas cosas en nuestra cultura
que nos distraen y no nos dejan reflexionar sobre nuestro destino final. Se
nos anima a pensar solo acerca del momento presente y a responder a las
necesidades de hoy. Pero el cristiano adopta toda la realidad de la vida y
la llamada de Dios a la plenitud de la vida después de la muerte. Es por
esto que, por ejemplo, los cristianos asisten a aquellos cuyo peregrinaje
terrenal está llegando a su fin. “A los moribundos se han de prestar todas
las atenciones necesarias para ayudarles a vivir sus últimos momentos en
la dignidad y la paz. Deben ser ayudados por la oración de sus parientes,
los cuales cuidarán que los enfermos reciban a tiempo los sacramentos
que preparan para el encuentro con el Dios vivo” (CIC, no. 2299).
No solo cuidamos de los moribundos para ayudarlos a pasar sus
últimos momentos con dignidad y paz, sino que también mantenemos
una reverencia hacia sus cuerpos una vez que han fallecido. “Los