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Segunda Parte. Los Sacramentos: La Fe Celebrada

prácticamente, cuando la libertad religiosa no ha sido suprimida, es

la costumbre construir iglesias para el culto divino. Una iglesia es “la

casa de oración [donde] se celebra y se reserva la sagrada Eucaristía,

se reúnen los fieles y se venera para ayuda y consuelo de los fieles la

presencia del Hijo de Dios, nuestro Salvador” (CIC, no. 1181, citando

al Concilio Vaticano II,

Decreto sobre el Ministerio y Vida de los

Presbíteros

[

Presbyterorum Ordinis

; PO], no. 5). Aunque la iglesia

como edificio es importante, la comunidad que celebra el culto, “piedras

vivas, que van entrando en la edificación del templo espiritual” (1 P 2:4-

5), es más importante. Sin embargo, las iglesias visibles deberían ser lo

suficientemente dignas para reflejar la importancia de lo que tiene lugar

allí. Deberían ser bellos lugares que promuevan la oración y el sentido

de lo sagrado.

EL VÍNCULO ENTRE LA LITURGIA Y LA VIDA

Nuestra sociedad favorece ser prácticos y tiende a evaluar a las personas

e instituciones según este criterio. La practicalidad ha llevado a muchas

invenciones que han hecho la vida más humana. También invita a las

personas a crear una conexión más íntima entre la teoría y la vida diaria,

animándolas a ser más prácticos.

Pero para algunas personas que tienen una forma de pensar más

práctica, la religión parece poner demasiado énfasis en el mundo futuro

en vez de hacerlo en el presente. Aún más, estas personas sostienen que el

tiempo y energía dedicados a ceremonias y otros proyectos que tratan de

lo que va más allá de este mundo parecen carecer de valor. Ellos querrían

que la religión se confinase a sí misma a las necesidades humanitarias.

La Iglesia tiene una función vital que llevar a cabo, formando

ciudadanos responsables de carácter moral y con deseos de contribuir al

bienestar de la sociedad. La liturgia y el culto de la Iglesia tienen mucho

que ver con estos admirables objetivos. En el culto divino, la gente recibe

la gracia que les ayuda a ser formados cada vez más como Cristo. La

gracia salvífica de la muerte y Resurrección de Cristo se nos comunica en

los sacramentos para que podamos vivir con mayor perfección la verdad