Capítulo 23. La Vida en Cristo — Primera Parte
• 329
El Ejercicio Responsable de la Libertad
El segundo elemento de la vida en Cristo es el ejercicio responsable de
la libertad. Sin libertad, no podemos hablar de la moralidad o de la
responsabilidad moral de forma que tenga sentido. La libertad humana
es más que una capacidad para elegir entre una cosa y la otra. Es el
poder concedido por Dios para convertirnos en quienes Él nos creó para
que fuésemos y así compartir la unión eterna con Él. Esto sucede cuando
elegimos consistentemente lo que está en armonía con el designio de
Dios. La moralidad cristiana y la ley de Dios no son arbitrarias, sino que
nos han sido dadas específicamente para nuestra felicidad. Dios nos dio
inteligencia y la capacidad para obrar libremente. En última instancia,
la libertad humana radica en nuestra libre decisión de decir “sí” a Dios.
En contraste, hoy mucha gente entiende la libertad humana simplemente
como la habilidad de tomar una decisión, sin ninguna norma objetiva o
bien como fin.
Una tendencia opuesta a la que hace del acto de elegir el núcleo de
la libertad humana es aquella que niega que seamos libres en absoluto.
Algunas personas creen que debido a fuerzas exteriores, compulsiones
internas, presiones sociales, experiencias infantiles o nuestra estructura
genética, nuestro comportamiento está ya determinado y que no somos
verdaderamente libres. Aunque reconocemos que “la imputabilidad o
la responsabilidad de una acción puede quedar disminuida o incluso
anulada por la ignorancia, la violencia, el temor y otros factores
psíquicos o sociales” (CIC, no. 1746), normalmente seguimos siendo
libres y responsables de nuestras acciones. Nuestra libertad puede estar
limitada pero aún así es real.
La mejor forma de crecer en libertad es realizando actos bondadosos.
Los actos buenos nos ayudan a hacernos libres y a desarrollar buenos
hábitos. Las malas acciones nos llevan a la pérdida de libertad. El pecado
nos hace esclavos del mal y reduce nuestra capacidad de ser libres.
La libertad proviene de ser morales. La esclavitud al pecado surge de
ser inmorales.