Capítulo 24. La Vida en Cristo — Segunda Parte
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prójimo como “otro yo”. También es una virtud que dirige todas las
demás virtudes de los individuos hacia el bien común. Las leyes civiles
pueden ayudar parcialmente a eliminar los miedos, los prejuicios y las
actitudes de soberbia y egoísmo que causan la injusticia, pero también se
necesita una conversión espiritual interna.
La solidaridad con los demás en todos los niveles es una forma de
conseguir esto. La solidaridad se expresa de diferentes formas: “Solidaridad
de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí,
de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre
los pueblos” (CIC, no. 1941).
Ejemplos de ofensas en contra de la solidaridad humana son la
esclavitud y el racismo. La esclavitud reduce a un ser humano a un objeto
que es comprado y vendido. Es no reconocer la dignidad y los derechos,
otorgados por Dios, de un ser humano. El racismo es una actitud que
rechaza la igualdad fundamental de todos los seres humanos. Se demuestra
en la discriminación y acciones injustas contra personas de otra raza.
Tanto la esclavitud como el racismo son gravemente inmorales.
La Ley de Dios como Nuestra Guía
Llegamos a conocer el designio de Dios para nuestra salvación con la
asistencia de su ley, escrita en nuestra naturaleza humana y revelada
a nosotros en su palabra. Podemos así hablar de la ley eterna como la
sabiduría de Dios ordenando todas las cosas correctamente.
Dios es el autor de la creación; por esto, el mundo físico actúa según su
designio manifestado en las leyes físicas de la naturaleza. Él también creó al
hombre y la mujer a su imagen y semejanza. Entonces, los seres humanos
también están ordenados según el designio creado de Dios, escrito en sus
corazones e implantado en su naturaleza humana. “El hombre participa
de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus
actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley
natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir
mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira”
(CIC, no. 1954). Llegamos a conocerlo mediante nuestra razón humana
y mediante su confirmación en la Divina Revelación.