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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida

su vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para

curarla del pecado y santificarla. (CIC, nos. 2021-2023)

Además de hablar de la gracia santificante, también hablamos de las

gracias actuales. Estas se refieren a intervenciones específicas que Dios

nos ofrece para ayudarnos en el transcurso de la obra de santificación.

Reconocemos que muchas veces, y de muchas maneras, el amor especial

de Dios es tal que Él nos ofrece ayudarnos para vivir de tal manera que nos

lleve a compartir su vida. Finalmente, existen las gracias sacramentales,

que son propias de la celebración de los siete sacramentos, y las gracias

especiales o carismas que, mientras que se otorgan a individuos, tienen

por fin el bien común de la Iglesia (cf. CIC, no. 2003).

En este reconocimiento de la realidad e importante papel de la gracia

en la vida moral cristiana, afrontamos una lucha provocada por el enten­

dimiento de nuestra cultura de que todo está bajo nuestro poder humano.

“Mi poder es suficiente”. Compara esto con nuestro entendimiento

de que, aunque si hemos sido bendecidos y dotados, mucho de lo que

luchamos por conseguir —aunque está escrito en nuestros corazones—

necesita todavía de la gracia de Dios debido a la presencia del pecado y

a nuestra debilidad humana inherente. La Ley Nueva es verdaderamente

la Buena Nueva, ya que no solo Dios nos da la ley moral que nos lleva

a la salvación, sino que mediante la gracia recibimos el auxilio divino

para cumplirla. Deberíamos siempre encontrar ánimo en las palabras que

Nuestro Señor le dijo a San Pablo: “Te basta mi gracia, porque mi poder

se manifiesta en la debilidad” (2 Co 12:9).

La Iglesia como Madre y Maestra

Dios nos ayuda a vivir la vida moral por medio de la Iglesia, quien es

nuestra madre y maestra. La fe de la Iglesia se encuentra en su Credo y

en sus enseñanzas ordinarias, como las articulan sus pastores, el Papa y

los obispos en comunión con él.

Jesús dijo a sus Apóstoles: “El que los escucha a ustedes, a mí me

escucha” (Lc 10:16). En la Iglesia, cuando tratamos temas de fe y moral,

la voz autorizada de Cristo es ejercida por el Papa y los obispos, sucesores

de Pedro y de los Apóstoles, quienes forman el Magisterio. Son guiados