VIII. Una unidad intrínseca
39. Por su ordenación, el diácono, que sacramentaliza el servicio
de la Iglesia, debe ejercer la
diakonía.
Por tanto, “los ministerios
diaconales, descritos arriba, no se separarán; el diácono es ordenado
para todos ellos, y nadie debe ser ordenado si no está preparado para asumirlos todos de uno
u otro modo.”
43
“Pero, si dicha ministerialidad originaria es única, son, en cambio, diversos
los modelos concretos de su ejercicio, que deberán ser sugeridos, en cada ocasión, por las
diversas situaciones pastorales de cada Iglesia.”
44
Un diácono puede también estar mejor
preparado para un aspecto específico del ministerio; y por eso, su servicio puede emplearse
para uno de ellos más que para los demás. Fundamentalmente, sin embargo, hay una unidad
intrínseca en el ministerio de un diácono. Al predicar la palabra, participa en muchas formas
de acción misionera. Al santificar al pueblo de Dios con la liturgia, infunde y eleva a la gente
con nuevo significado y con una visión cristiana universal. Al llevar el reino de Cristo a
todos los niveles sociales, el diácono desarrolla una conciencia cristiana entre todos los seres
de buena voluntad, motivando su servicio y compromiso a la santidad de la vida humana.
Una unidad intrínseca
entre los ministerios
de servicio del
diácono
IX. Reflexión final
40. Al reflexionar sobre la Orden de los Diáconos, vale la pena recordar las palabras del
ritual de ordenación de diáconos:
Al acceder libremente al Orden del diaconado, al igual que aquellos varones elegidos
por los Apóstoles para el ministerio de la caridad, también ustedes deben dar
testimonio del bien, llenos del Espíritu Santo y del gusto por las cosas de Dios.
Tendrán por raíz y cimiento la fe. Muéstrense sin mancha e irreprochables ante Dios
y ante los hombres, según conviene a ministros de Cristo y dispensadores de los
santos misterios. No se dejen arrancar la esperanza del Evangelio, al que deben no
sólo escuchar, sino además servir. Viviendo el misterio de la fe con alma limpia,
muestren en sus obras la palabra que proclaman, para que el pueblo cristiano,
35