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pueblo de Dios al ser testimonio del amor sacrificado del Evangelio, una calidad de vida muy

fácilmente descartada en la sociedad de hoy. En sus empleos seculares, los diáconos también

hacen evidente la dignidad del trabajo humano. La sociedad contemporánea necesita una

“nueva evangelización [que] exige el esfuerzo más generoso por parte de [todos] los

ministros ordenados.”

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Los diáconos especialmente tienen la oportunidad y la obligación de

proclamar valerosamente el Evangelio de Vida y de dar testimonio de él en sus profesiones

seculares.

V. El ministerio de la palabra en la Iglesia: El diácono como evangelizador y maestro

31. El diácono participa como evangelizador y maestro en la

misión de la Iglesia de ser heraldo en el mundo. En la liturgia de la

palabra, especialmente en la Eucaristía o en aquellas liturgias que él preside como ministro,

el diácono proclama el Evangelio. Puede predicar por virtud de su ordenación y de acuerdo

con los requerimientos de la Ley Canónica.

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Otras formas de participación del diácono en el

ministerio de la palabra en la Iglesia incluyen la instrucción; la formación religiosa de

candidatos y familias que se preparan para recibir los sacramentos; roles de liderazgo en

retiros, en la evangelización y en programas de renovación; acercamiento de católicos

alienados; y consejería y dirección espiritual, hasta donde esté debidamente entrenado.

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El

diácono también se esforzará por “[transmitir] la Palabra en su eventual ámbito profesional,

ya sea con palabras explícitas, ya sea con su sola presencia activa en los lugares donde se

forma la opinión pública o donde se aplican las normas éticas.”

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Heraldo del

Evangelio

32. De esta y de otras muchas maneras formales e informales, el

diácono guía a la comunidad a reflexionar sobre su comunión y misión

en Jesucristo, especialmente impulsando a la comunidad creyente a

servir. Puesto que el diácono es una manifestación del sacramento del

servicio, deberá proclamar la palabra dando primero testimonio de su

poder en su propia vida. Así podrá impulsar eficazmente a otros a practicar el ministerio de la

caridad y la justicia de la Iglesia en el ambiente social en el que las personas viven su

vocación bautismal. Practicando fielmente las obras de misericordia espirituales y corporales,

Dando testimonio de

la palabra con su

vida, el diácono

enseña a los demás a

practicar la caridad y

la justicia

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