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vida simple y compromiso al servicio de los pobres dan credibilidad a su testimonio y,

como diácono, eficacia a su proclamación de la palabra de Dios

.21

116. Cada persona en formación es llamada a establecer una

relación madura con aquellos en autoridad, que incluye un espíritu de

confianza, respeto mutuo y obediencia. Responsabilidad en la formación es una invitación

a una conversión más profunda. El espíritu de servicio a los demás es, a fin de cuentas, una

imitación de Cristo mismo que vino no a hacer su voluntad sino la de su Padre.

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El

personal de formación, especialmente el director espiritual, debe instruir a los participantes

sobre el significado de una auténtica obediencia, y ayudar, a cada uno de ellos a apreciarla

y practicarla en su vida.

Obediencia y respeto

117. La responsabilidad del director espiritual, quien debe ser

siempre un sacerdote,

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es crítica en el proceso de formación,

particularmente para ayudar al participante a discernir y afirmar las señales de su

vocación.

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El director espiritual puede ser escogido directamente por el participante con la

aprobación del obispo, o de una lista de directores espirituales similarmente aprobada. La

distinción entre foros internos y externos debe ser siempre muy clara. Un participante

puede también consultar (o puede pedírsele que lo haga) a un consejero escogido por él con

la aprobación del director de formación. El consejero, sin embargo, no substituye el papel

único del director espiritual en cuanto a formación y discernimiento.

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Director espiritual

Dimensión intelectual

118. La formación intelectual es “un alimento substancioso” para el

participante en las dimensiones pastoral, humana y espiritual de su

vida. La formación intelectual es un “precioso instrumento” para un discernimiento y

ministerio efectivos. Una sociedad cada vez más educada y las nuevas responsabilidades de

liderazgo en el ministerio diaconal requieren que el diácono sea un testigo instruido y

confiable de su fe y un vocero de las enseñanzas de la Iglesia. Por esto, la dimensión

intelectual en la formación debe comunicar un conocimiento de la fe y de la tradición de la

Conocimiento de la fe

y de la Iglesia

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